Quedan dos días para el gran momento: la Consagración de la Diócesis al Sagrado Corazón de Jesús. También al día siguiente en Ceuta. Es una consagración: ser todo de Cristo, por los demás. Una decisión firme que se hace realidad por su fuerza en nosotros: de poder vivir hasta el fondo en los sentimientos de Jesús (cf. Flp 2, 6) ¿Y qué hay en el Corazón de Cristo sino inquietud por la gente, por su salvación, y especialmente por sus preferidos: los más necesitados de amor? Su Corazón es una puerta perennemente abierta y así nos invita a nosotros a vivir: abiertos,  lanzados a la misión, “en salida”.

“La Iglesia en salida es una Iglesia con las puertas abiertas. La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo”. (Exhortación Evangelii Gaudium n. 46-49):

Esa santa inquietud es la que Jesús siente en su Corazón pero solamente si el Espíritu Santo forma en nosotros esa “entrañas de misericordia” podemos amar como El nos pide. Su Corazón quedó traspasado para que todos le miraran por los siglos (Ap 1, 7) y viéndole abierto de par en par por nuestro amor no dudásemos nunca de su Misericordia, como dice el poema:

“Nadie tendrá disculpad, diciendo que cerrado halló jamás el cielo, si el cielo va buscando. Pues vos, con tantas puertas en pies, mano y costado, estáis de puro abierto casi descuartizado”.

Este amor “excesivo” es permanentemente entregado en la Eucaristía, que mueve, «urge», a abrir toda la vida a la acción del Espíritu Santo, pues así entrarán, junto a los hermanos necesitados, la luz y el aire renovadores que tanto necesitamos.

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