El pasado domingo celebrábamos toda la Iglesia la Jornada por las Migraciones. En un sitio como el nuestro, en el que se ubica nuestra Diócesis de Cádiz y Ceuta, no podemos dejar de reflexionar, y sobre todo, orar, por tantos hermanos en situación precaria, que atraviesan el estrecho con la esperanza de algo mejor.
En total se estima que mil millones de seres humanos vive la experiencia migratoria. Con referencia al conjunto de la población mundial, estas estadísticas indican que alrededor de un séptimo de la humanidad esta tocada por la emigración y, en consecuencia, una de cada siete personas es emigrante. Se hace necesario un futuro distinto, la creación de un mundo mejor que apunta al desarrollo de la entera humanidad, de cada persona con su potencia espiritual y cultural.
Ya apuntaba Benedicto XVI, y ha reiterado el Santo Padre Francisco, que «entre los resultados de los cambios modernos, el creciente fenómeno de la movilidad humana emerge como signo de los tiempos», en cuanto a que, por un lado, se pone de manifiesto las carencias y lagunas de los estados y de la comunidad internacional, y por otro, se revela también «las aspiraciones de la humanidad de vivir la unidad en el respeto a las diferencias, la acogida y la hospitalidad que hacen posible la equitativa distribución de los bienes de la tierra, la tutela y la promoción de la dignidad y la centralidad de todo ser humano». Dice Francisco que esto solo será posible pasando «de una cultura del rechazo, a una cultura del encuentro y de la acogida».
Comencemos por nuestras parroquias y comunidades cristianas, y propongámonos actos concretos para que nuestra Diócesis sea para todos, la casa de todos.