
Demos gracias a Dios por nuestros sacerdotes, que nos llevan a Cristo, mejoran el mundo, transmiten fe y dan esperanza a los demás, en medio de este tiempo donde muchos se ven tentados de perder la esperanza. El sacerdote, en su entrega a sus hermanos, hace suya la Pascua del Señor Jesús, que amó al mundo y a todos los hombres y mujeres con amor extremo. Enseña así a los fieles, con su ejemplo, el camino que lleva a la vida, y los fortalece con los sacramentos para que puedan recorrerlo y afrontar cualquier tribulación. Doy gracias a Dios por tantos ejemplos de entrega; no ceséis en ella, pues el mundo la reclama, y el Señor, al que contemplamos en «la sed» de los más necesitados.
Como les comunicaba en mi reciente Carta a los Sacerdotes, publicada ayer: «Ahora hemos de continuar este esfuerzo para no ceder ante la dificultad que nos llega. He comprobado gratamente la flexibilidad para adaptarse a las nuevas circunstancias que habéis demostrado pastores y fieles, por lo que espero un esfuerzo actualizado en este momento para continuar la labor pastoral con creatividad. Adaptarnos nos fortalece. Una vez más las dificultades se convierten en posibilidades y se presentan como posibles oportunidades para vivir y transmitir la fe.»
Queridos hermanos: debemos orar por los sacerdotes y cuidar constantemente de su vocación. Pidamos para que cada día renueven su “si, quiero, con la gracia de Dios”. Que cuando el peso de la cruz se haga más duro, sepan que es la hora más preciosa, para ellos y para las personas a ellos encomendadas cooperando con Cristo en apacentar sus ovejas. Que nos recuerden con su vida la llamada urgente a la santidad, a ser evangelios vivos en medio del mundo, libres del contagio del pecado, ya que por el bautismo hemos sido hechos templos de Dios. Oremos por las vocaciones sacerdotales para que Cristo se siga haciendo presente y actuando entre nosotros con su palabra y santificación. Amigos jóvenes: dejad que Cristo, el mejor amigo, seduzca vuestro corazón y os llene de alegría. Descubriréis que nada os hace tan felices como servirle, haciendo de la vida una aventura de amor que hace felices a los demás.
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