MI MENSAJE PARA LA IV JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES

Celebramos el 15 de noviembre la IV Jornada Mundial de los Pobres en un contexto marcado por la pandemia de la COVID-19, que está asolando nuestro mundo. Con el lema «Tiende tu mano al pobre» hace una llamada a cargar con los más débiles y los más golpeados por esta crisis.  El cristiano no es indiferente ante la situación que está viviendo nuestro mundo y ante los que más sufren sus consecuencias; al contrario, la contempla como el escenario donde Dios se hace presente para aliviar, sanar y consolar, y donde nos invita a colaborar con Él en la extensión del reino de Dios.

Esta jornada nos llama a volver la mirada a la esencia del Evangelio y a mostrar nuestra solidaridad con las personas más pobres como reflejo de nuestra fe. El encuentro con cuantos viven en la pobreza siempre nos provoca e interroga, cuestiona nuestro estilo de vida y el suyo, y no nos deja indiferentes. El Papa Francisco nos invita a comprometernos e involucrarnos para compartir y acompañar con generosidad al que sufre. Los pobres son también una luz del Evangelio en el camino de nuestra peregrinación para dar sentido a nuestra vida, reconociendo en cada uno un hermano “por quien murió Cristo” (1Cor 8,11; Rom 14,15), sabiendo que nada que afecte a los demás, nos puede ser ajeno, y ayudándonos a llevar los unos las cargas de los otros.

“¿Cómo podemos ayudar a eliminar o al menos aliviar su marginación y sufrimiento? –nos pregunta Francisco—; ¿Cómo podemos ayudarle en su pobreza espiritual? La comunidad cristiana está llamada a involucrarse en esta experiencia de compartir, con la conciencia de que no le está permitido delegarla a otros”. Tender la mano es un signo evangélico que nos recuerda la proximidad, la solidaridad y el amor. En medio de esta pandemia hemos de reconocer y agradecer todas «esas manos que han desafiado el contagio y el miedo para dar apoyo y consuelo». Del mismo modo «tender las manos al pobre es una invitación a la responsabilidad y al compromiso», y es una ayuda a descubrir que dentro de cada uno existe la capacidad de realizar gestos que den sentido a la vida. Jesús nos invita siempre a desarrollar los talentos que el Padre nos ha regalado para crecer como personas y mejorar nuestro mundo. Tender las manos no es algo opcional, sino la expresión de una fe auténtica. Se comprueba –como dice el Papa—, que oración y solidaridad son inseparables y ambas configuran el auténtico culto agradable al Padre. No es aceptable tener las manos en los bolsillos y no dejarse conmover por la pobreza, sin hacerse cómplices de ella.

“Tiende la mano al pobre”. Ahora que nos desaconsejan darnos la mano, por la pandemia, entendemos aún mejor que se trata de una llamada a llevar las cargas de los más débiles, una invitación a la responsabilidad y al compromiso. Tender la mano siempre acorta las distancias y nos ayuda a ver la realidad concreta que una persona puede estar viviendo. Como dice San Pablo: «Mediante el amor, poneos al servicio los unos de los otros. Porque toda la Ley encuentra su plenitud en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. […] Llevad las cargas los unos de los otros» (Ga 5,13-14; 6,2). La mejor ayuda para un pobre no es sólo el dinero, sino permitirle vivir una vida digna a través del trabajo y promoverlo desde la solidaridad y la subsidiaridad.

Nuestra sociedad está herida de muchas formas, es vulnerable, y lo manifiesta abiertamente en la pobreza y la exclusión social. Las llamadas “colas del hambre” que de nuevo se prodigan son una imagen que lo dice todo. Es necesario superar la confusión, la desconfianza y las divisiones de este momento para promover el bien común (cf. Fratelli tutti). Tender la mano amiga, ayudar a los demás, es la mejor ayuda para curar la herida de la desigualdad y de la pobreza que la pandemia ha intensificado. Con nuestra solidaridad ayudamos a la sociedad a mantener la esperanza, crece nuestra fe, y recibe gran consuelo cada necesitado.

Cada uno tiene cerca a quien tender la mano, sin olvidar el ingente esfuerzo que sigue haciendo Cáritas, con la ayuda de todos, en su empeño de atender a los más desfavorecidos. No dejes de colaborar, siéntete parte integrante, benefactor, parte de la Iglesia “samaritana” que intenta acoger y sanar a cada menesteroso.

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