Ayer día de San José celebrábamos el Día del Seminario. “Pidamos pues al Dueño de la mies que envíe pastores a su mies”, y oremos por los pastores. Que esta llamada a la oración continúe vibrante en nuestros corazones. No cesemos de pedir y trabajar todos por ellas, como verdaderos apóstoles de las vocaciones.
Debemos caminar: por las sendas de la misericordia, por los caminos de la caridad, por las vías de una nueva evangelización que ofrece a Dios en su Hijo Jesucristo, que está con los últimos, los desheredados, que se identifica con los que tienen hambre, están enfermos y sufren, con los que necesitan calor y abrigo de hogar, que come con los pecadores, y ha venido a buscar a los pecadores y sanar los corazones afligidos.
Pidamos sacerdotes, pastores santos, para que con su plegaria, con el pan de la palabra cercana, luminosa y esperanzadora, con sus ejemplos de sencillez y vida conforme a las bienaventuranzas, tengan fuerza para no huir de los lobos que acechan a su rebaño, y sólo escuchemos la voz de nuestro único y Supremo Pastor y Maestro, Cristo. Que no decaigan nunca en alentar en la esperanza a los sencillos, y sean gran signo de que Dios está con los hombres pues es la gran esperanza para todos.