MI MENSAJE PARA LA JORNADA DE LA IGLESIA POR EL TRABAJO DECENTE_1 DE MAYO

Celebramos a San José Obrero, patrono de los trabajadores, en el Día Mundial del Trabajo.  Las celebraciones y acciones de este día han de ayudarnos a considerar el trabajo como una participación en la obra de la creación y también para cooperar con Cristo en su obra redentora, como discípulos de Jesús que se santifican ganándose la vida dignamente y colaborando al bien común. También el mundo del trabajo se ha convertido en un nuevo areópago de nuestra sociedad donde debe ser anunciado el evangelio. Por todo ello la Iglesia no ha dejado de considerar los problemas del trabajo como parte de una cuestión social que ha adquirido dimensiones mundiales.

La Doctrina Social de la Iglesia intenta profundizar en los compromisos que comporta el trabajo y ha puesto de relieve la esperanza ante los interrogantes y problemas que se suceden y ante los temores y amenazas relacionados con esta dimensión fundamental de la existencia humana, que es clave de toda la cuestión social y que condiciona el desarrollo no solo económico, sino también cultural y moral de las personas, de la familia, de la sociedad y de todo el género humano.  El trabajo no solo procede de la persona, sino que está ordenado a ella, a quien lo realiza, pues su finalidad es siempre el hombre.

Con motivo del 1 de mayo, jornada en la que se conmemora los derechos de los trabajadores, la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente —entidades de inspiración cristiana que impulsan en España esta iniciativa como Cáritas, Conferencia Española de Religiosos CONFER, HOAC, Justicia y Paz, Juventud Estudiante Católica JEC y Juventud Obrera Cristiana JOC— han alertado sobre cómo el impacto de la pandemia está debilitando, empobreciendo, precarizando y descartando a millones de trabajadores, principalmente mujeres y jóvenes. Este deterioro provoca que «el derecho al trabajo esté en riesgo, lo que supone que el pacto social entre en crisis y, con ello, la propia democracia». Es alarmante, sin duda, los más de 3.700.000 parados, las 700.000 personas en ERTE, los 600.000 hogares sin ingresos. Se pone de relieve la necesidad de un cambio de sistema productivo, basado en trabajos que aporten valor, sujetos de unas condiciones laborales dignas, y donde las personas estén en el centro. Los empleos considerados esenciales –muchas veces ejercidos en condiciones precarias, tanto a nivel laboral como de protección sanitaria—, tampoco se han visto reconocidos en una mejora de sus condiciones. «Y las medidas de protección social diseñadas para paliar los efectos de la crisis –afirman desde ITD— no ha llegado a las personas que más lo necesitan, como tampoco ha sucedido con el subsidio temporal previsto para las trabajadoras del hogar o el ingreso mínimo vital».

En la situación de grave crisis que padecemos es necesario afrontar los retos de la exclusión social y la desigualdad en el mercado laboral. El trabajo decente «es un derecho al que no tienen acceso millones de personas en nuestro país y que la pandemia ha complicado aún más. La crisis de la covid-19 nos ha mostrado con claridad lo que es verdaderamente esencial: la vida, la salud, los cuidados, el apoyo de la comunidad, el cuidado del planeta. De ahí la necesidad de poner en práctica una economía que priorice lo esencial y liderar un nuevo modelo económico centrado en las personas y el cuidado de la vida

Por lo que debemos apostar es por un modelo de economía solidaria que pasa por defender una economía que escucha y atiende las necesidades tanto de las personas trabajadoras y consumidoras como de las empresas. Una economía que cuida, que se ocupa de las personas y sus condiciones de trabajo al tiempo que cuida el medio ambiente. De la misma forma, suma porque es la economía del bien común y la cooperación, la que suma beneficios para las personas, y, finalmente, cambia «porque es transformadora tanto en lo personal como en lo colectivo».

Ahora es más necesario que nunca a adoptar las medidas necesarias para conseguir que el trabajo decente sea una realidad accesible para todas las personas, con condiciones que permitan mantener una vida digna y una protección social que llegue a todas las personas que lo necesitan.

Hemos de felicitar a la HOAC que celebra el 75 aniversario de su nacimiento, comprometida en a hacer frente a las dificultades de los trabajadores, y a dar una respuesta evangelizadora a la situación de nuestra sociedad, en particular, a las personas más empobrecidas, mostrando la centralidad de la sagrada dignidad de la persona y la importancia de nuestro servicio al bien común, desde que los obispos españoles encargaran a Guillermo Rovirosa impulsar este movimiento de Acción Católica Especializada para la evangelización del mundo obrero. Ellos nos recuerdan nuestro compromiso personal y político que lleva a preocuparnos y comprometernos como Iglesia en el mundo del trabajo para poder abordar la realidad sufriente que estamos viviendo en la sociedad.

Que San José, el humilde obrero de Nazaret, que encarna delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual sea también el guardián de nuestra sociedad, protector del trabajo digno y el defensor de nuestras familias en las penalidades y riesgos del trabajo. Que nos ayude a unir nuestros brazos, mente y corazón para contribuir a construir una sociedad que respete al hombre y su trabajo.

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