
MI MENSAJE POR LA JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES Y LA JORNADA DE LAS VOCACIONES NATIVAS.
Este domingo se celebra la JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES para suscitar en todos los jóvenes la pregunta por su vocación y para invitar a toda la comunidad cristiana a orar y acompañar las vocaciones que la Iglesia necesita en nuestro mundo. También la JORNADA DE VOCACIONES NATIVAS, que busca sostener las vocaciones de especial consagración que surgen en los territorios de misión, para que ninguna de ellas se quede frustrada por falta de recursos.
Con frecuencia los cristianos hablamos de las vocaciones, si son suficientes o no, si hay jóvenes receptivos al seguimiento en la entrega de la vida consagrada y sus condiciones. Nos alegra conocer a sacerdotes o consagrados que lo dejan todo por evangelizar o entregarse de por vida a hacer el bien a los demás. En primer lugar, hemos de comprender que todos estamos llamados a ser testigos de Cristo, pero es necesario entender la vida como seguimiento del Señor, el mejor amigo, a quien se sigue por amor haciendo, en todo, su voluntad, porque Dios nos regaló la vida y, siguiéndole y estando a su servicio, se aprende el mejor modo de gastarla. Cuando vivimos cristianamente, cerca de Jesús, en el ámbito de la Iglesia, experimentamos este camino de descubrimiento de la propia identidad y de la propia vocación, abriendo el corazón «a la posibilidad de consagrarse a Dios con el sacerdocio, en la vida religiosa o en otras formas de consagración» (Christus Vivit 258 y 276). Benedicto XVI afirmaba que “la vocación al amor es la clave de toda la existencia… y esta vocación al amor toma formas diferentes según los estados de vida… En el seguimiento de Jesús, muchos sacerdotes han dado la vida, para que los fieles puedan vivir del amor de Cristo.«
Tenemos que reconocer, sin duda, los valores evangélicos que nos ayudan a crecer y están presentes en cada uno, en cada familia cristiana, en el grupo de amigos o en el colegio. Pero, sobre todo, hay que dialogar con Jesús de amigo a amigo y descubrir y admirar las distintas llamadas que Dios Padre hace a otros para seguir a su Hijo Jesús en las tareas de cada día, siendo sus testigos.
Un conocido italiano presentador de televisión que ha dejado no hace mucho la pantalla y se ha ordenado sacerdote ha declarado que quiere estar a la altura de esta inesperada llamada y amar a ese “Dios de lo imposible que ha entrado en la oscuridad de mi vida, esperándome a la vuelta de la esquina». Ha dicho que antes vivía de aquel sentido de omnipotencia propio del que lo tiene todo, que no le faltó de nada, pero le faltaba algo, lo más importante. Ahora es feliz. Muchos se sentirán identificados con esta experiencia.
Hoy se nos invita a orar para que responda a la llamada todo aquel que se sienta llamado por Dios. Existe un momento en la juventud en que cada uno se pregunta ¿qué sentido tiene mi vida? ¿qué rumbo he de tomar? El descubrimiento de esta realidad es lo que realmente cambia nuestra vida. Recemos, pues, para que los jóvenes se abran a la llamada de Dios y le respondan con generosidad, sirviendo a los demás desde una familia, un trabajo o una consagración especial. Oremos también por los muchos jóvenes que están siendo llamados por Dios a seguirle en los territorios de misión: las vocaciones nativas. Ellos, siguiendo el ejemplo de los misioneros, tienen que asumir el relevo y mantener viva la llama del Evangelio en sus países y culturas.
Hemos de considerar, sobre todo, que es el Señor quien busca obreros para su viña en estos tiempos difíciles donde tantos buscan vida auténtica, vida en abundancia. Lo que hace posible acoger esta llamada tiene lugar dentro de aquellas comunidades cristianas que viven con intensidad su fe alimentados, por la oración y los sacramentos. Ante la misión siempre nos vemos pequeños y necesitados, incapaces de nada. Sin embargo, cuando estamos con Jesús, Él viene siempre con nosotros y así le llevamos a los demás. Él es el tesoro escondido del que habla el evangelio, es el Reino en persona. La confianza en la fuerza de la resurrección de Cristo ayudará a superar toda aridez y debilidad. Aunque nos pide desprendimiento y generosidad, nos da abundancia de paz, de amor, de libertad. Nos quita el peso del mundo y nos echa encima una carga de amor que el mismo Jesucristo dice que es suave y ligera. Sólo tenemos que hacer lo mismo que han hecho cuantos le han seguido. Ellos, en los afanes de la vida cotidiana, supieron encontrar espacios para dialogar con Dios Padre: «Habla, Señor, que tu siervo escucha» (1Sam 3, 10)
Que la voz de Dios Padre, no se quede hoy sin una respuesta. “¿A quién enviaré, y quién irá por mí?” (Is. 6,8), se preguntó el profeta. En efecto, Él necesita de ti y de mí para seguir edificando el Reino de Dios en cada uno de nosotros, pues todavía su mensaje y su palabra no ha llegado a todos los hombres que habitamos este mundo. Que su voz no se quede sin respuesta, que pueda llegar a tantos jóvenes, niños y adultos que en nuestro mundo de hoy no han encontrado quién les anuncie la salvación. Qué bien si respondemos también nosotros como el profeta: «Aquí me tienes, mándame a mí» (Is. 6, 8).
Te interesa:
Este Domingo celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y las Vocaciones Nativas. Estos testimonios, recogidos y elaborados por el equipo de Pastoral Vocacional, nos ayudan a la reflexión, y a una mayor entrega. Te animo a difundirlos.