MI MENSAJE EN LA SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

«Haz el bien; busca la justicia» es el lema de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que comenzó el día 18 y se extenderá hasta el miércoles 25 de enero, fiesta de la Conversión de San Pablo. Se trata de un período en el que las iglesias y confesiones cristianas están llamadas a reflexionar, invocando más intensamente el espíritu de comunión.

La falta de unidad entre los cristianos impide un anuncio más eficaz del Evangelio, porque pone en peligro nuestra credibilidad. El concilio Vaticano II puso la búsqueda ecuménica en el centro de la vida y de la acción de la Iglesia. La tarea ecuménica es una responsabilidad de toda la Iglesia y de todos los bautizados, que deben hacer crecer la comunión parcial ya existente entre los cristianos hasta la comunión plena en la verdad y en la caridad. Por lo tanto, la oración por la unidad no se limita a esta Semana de oración, sino que debe formar parte de nuestra oración habitual, de la vida de oración de todos los cristianos, en todos los lugares y en todos los tiempos.

El Papa Francisco ha reconocido que se han dado muchos pasos en estas décadas para sanar heridas seculares y milenarias, que ha crecido el conocimiento y la estima mutua, favoreciendo la superación de prejuicios arraigados y se ha desarrollado el diálogo teológico y el de la caridad, así como diversas formas de colaboración en el diálogo de la vida, en el ámbito de la pastoral y cultural.

La unidad tiene una dimensión profunda a la que no solemos prestar atención, porque solemos centrarnos en la dimensión horizontal de la unidad y nos fijamos más en lo emotivo, lo más humano, pero nosotros no podemos conseguirlo todo. Es necesario hacer un esfuerzo de conversión. Se trata de orar para que Cristo nos ayude a dejar atrás nuestros modelos humanos y renacer con la misma raíz (Tradición) y que la savia de lo sagrado corra por nuestro interior. Cristo quiere la verdadera unidad en una única Iglesia. Hemos de orar para que pueda existir unidad dentro de la Iglesia Católica y podamos mostrar que Dios es grande cuando dejamos que sea Él Quien haga el milagro. Empecemos por superar nuestras divisiones más próximas.

Esta oración compartida es un medio que permite a la oración universal de Cristo «entrar y penetrar en todo el Cuerpo cristiano». Esta oración debe crecer hasta convertirse en «un grito inmenso, unánime, de todo el pueblo de Dios», que pide a Dios este gran don, de modo que sea más eficaz el impulso dado por el concilio Vaticano II a la búsqueda de la comunión plena entre todos los discípulos de Cristo. Esta cita espiritual, que une a los cristianos de todas las tradiciones, nos hace más conscientes del hecho de que la unidad hacia la que tendemos no podrá ser sólo resultado de nuestros esfuerzos, sino que será más bien un don recibido de lo alto, que es preciso invocar siempre. El camino de la Iglesia, como el de los pueblos, está en las manos de Cristo resucitado, victorioso sobre la muerte y sobre la injusticia que Él soportó y sufrió en nombre de todos. Él nos hace partícipes de su victoria. Sólo Él es capaz de transformarnos y cambiarnos, de débiles y vacilantes, en fuertes y valientes para obrar el bien. Sólo Él puede salvarnos de las consecuencias negativas de nuestras divisiones. Ha de ser el Espíritu Santo quien inspire nuevos gestos proféticos y fortalezca la caridad fraterna entre todos los discípulos de Cristo, ‘para que el mundo crea’ (Jn 17,21) y se acreciente la alabanza al Padre que está en el Cielo.

Os invito a todos a uniros en oración de modo más intenso durante esta Semana por la unidad, para que aumente el testimonio común, la solidaridad y la colaboración entre los cristianos, esperando el día glorioso en que podremos profesar juntos la fe transmitida por los Apóstoles y celebrar juntos los sacramentos de nuestra transformación en Cristo. Acojamos el apremiante deseo de Jesús, que quiere que todos seamos uno (cf. Jn 17,21) y, con su gracia, caminemos hacia la unidad plena. La escucha de la Palabra de Dios que apreciamos de modo especial este domingo nos une en los sentimientos de Cristo y en el amor fraterno.

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