
El mes de junio la Iglesia celebra el Mes del Sagrado Corazón de Jesús, un mes dedicado a profundizar en esta devoción, misterio esencial de nuestra fe, y esencial también para la vida de la Iglesia y del mundo.
Toda persona necesita un centro para su propia vida, un manantial de verdad y de bondad, al que recurrir ante la sucesión de las diferentes situaciones y en el cansancio de la vida cotidiana. Cada uno de nosotros, cuando se detiene en silencio, necesita sentir, no sólo el palpitar de su corazón sino, de una manera más profunda, el palpitar de una presencia en quien confiar. Y os aseguro que se puede percibir con los sentidos de la fe, y que, sin embargo, es mucho más real: es la presencia de Cristo, el Corazón del mundo.
Necesitamos experimentar cómo palpita de amor el Corazón de Cristo, porque esta experiencia constituye el centro de la vida y nuestra fuerza en medio de las dificultades. Venid a mi los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré (Mt 11, 28), decía Jesús.
El Corazón de Cristo es el símbolo de la fe cristiana, que expresa, de una manera sencilla y auténtica, la buena noticia del amor, que resume en sí el misterio de la Encarnación y de la Redención. Cristo, Dios hecho hombre que nos ama, el Corazón de Jesús: éste es el centro de la fe, que es la fuente de la esperanza en la que hemos sido salvados. Cuando reconocemos que Jesús es el Señor (1 Cor 12, 3), que Jesús vive porque es Dios, reconocemos que él ilumina nuestra vida, que es la Verdad, el criterio último de la realidad. Entonces descubrimos su amor infinito, que somos amados desde toda la eternidad, y que Él ha puesto en nuestra carne mortal la levadura de su divinidad para hacernos eternos. ¿Por dónde empezar? Pues dirigiendo la mirada al costado traspasado de Cristo. Allí encuentra uno que el centro de la vida es sentir cómo palpita el Corazón de Cristo, por cada uno de nosotros, por el mundo.
Nuestro corazón se ve así colmado: ¿no hemos sido hechos para amar y ser amados?, ¿no es una experiencia universal, por todos reconocida, que es el amor, el amar y ser amados, lo que nos hace crecer y madurar?
Amar de forma sincera y vivir, y después de morir, ¡vivir para seguir amando y ser amado! En el Corazón Amante de Jesús, si encuentro este centro, mi deseo y el suyo se unen… Lo cumple el amor poderoso de Dios, cuyo corazón palpita de amor por mí. Que podamos experimentarlo y anunciarlo. Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.
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