
Este “sacramento de los cuarenta días” que es la Cuaresma, hace que centremos el corazón en un “éxodo”: el camino bautismal presente en toda nuestra vida. Esta es la pista de la fe que nos recuerdan los Vía Crucis y las procesiones que se hacen “en salida”, como un seguimiento, como un itinerario ejemplar. Cada seguidor del Señor camina con Él, respira con Él, trabaja con Él. Y, con la fuerza del amor convencido, necesita hablar del amado, de mostrarlo y darlo a conocer.
Este sábado 19 de marzo celebramos la II Escuela de Evangelizadores del curso, propuesta de Nueva Evangelización que que nos ayuda a ser más «iglesia en salida», misionera. Os invito a inscribiros e informaros en este enlace, si no lo habéis hecho aún. La misión comienza de rodillas, se despliega en la Eucaristía, necesita tiempos de adoración pero finaliza en el apasionado encargo de llegar a abrazar a todos en el amor del Señor, que espera este encuentro, que lo hará pleno y eterno. Os invito a sumergiros en la alegría del Evangelio y a alimentar el amor de Dios, capaz de iluminar la vocación y la misión propias.
A todos nos ha llegado la fe y la adhesión a Cristo por alguien. Necesitamos recuperar el amor apasionado necesario para entregar la vida al servicio de la Iglesia y de la sociedad; vivir el “éxodo” cuaresmal, para liberarnos de lo nuestro y, como Jesús, convertirnos en regalo. Y ofrecernos a Dios para ser sus instrumentos donde él nos envíe. Esta entrega incondicional, característica de todo buen cristiano, es la cultura vocacional donde germinan las respuestas a la llamada del Señor: al matrimonio, sacerdocio, vida consagrada… De esta disponibilidad depende la evangelización, que el mundo conozca el amor de Dios.
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