
MI MENSAJE PARA LA CAMPAÑA DE MANOS UNIDAS 2021
Manos Unidas nos moviliza año tras año para luchar contra el hambre en el mundo. La campaña de este año nos invita a pensar en la corresponsabilidad del bien común, y pide a cada uno: «Contagia solidaridad para acabar con el hambre«. Manos Unidas quiere denunciar las consecuencias que la pandemia del coronavirus está teniendo entre las personas más vulnerables del mundo para promover la solidaridad entre todos y así combatir la desigualdad –otra epidemia considerable— que condena al hambre y a la pobreza a millones de personas. Solamente un aluvión de entrega, solidaridad y caridad puede contrarrestar esta crisis sanitaria, económica y social sin precedentes, pero, para eso, es necesario un contagio masivo de generosidad. Como sabemos bien por experiencia, está en nuestras manos ir mejorando las situaciones de descarte que aún persisten en muchas partes del mundo, abordando cada proyecto con el apoyo de cuantos están dispuestos a transformar eficazmente la vida de los más pobres de la tierra.
Conocemos bien a Manos Unidas, que desde hace sesenta y dos años mantiene esta lucha contra el hambre con una constancia ejemplar, con planes y proyectos muy precisos que llaman nuestra atención, para que nos dejemos contagiar de la solidaridad con quienes viven en los lugares donde el hambre, y ese cúmulo de males añadidos a la pobreza, son la realidad más penosa y angustiosa. Basta mirar algunas cifras para ver la magnitud del problema, agravado por la crisis sanitaria mundial, sobre todo entre los más empobrecidos del Sur. Los 1.300 millones de personas que había a principios de 2020 sufriendo pobreza multidimensional podrían aumentar este año en 500 millones, a causa de la pandemia.
La experiencia dramática del coronavirus ha de llevarnos a reafirmar enérgicamente la dignidad de todo ser humano y sus derechos, la necesidad de generar nuevos estilos de vida solidarios, la urgencia –desde la política y la economía— de crear condiciones de vida más humanas, centradas en la dignidad de cada persona y en el bien común. La situación que estamos viviendo nos obliga a reforzar nuestro compromiso y nuestra misión. El hambre en el mundo es reflejo de la desigualdad que existe, y para acabar con ambas es necesario cultivar una cultura de la solidaridad capaz de implicar a la mayoría en la construcción del bien común.
La solidaridad es, en efecto, una exigencia de nuestra dignidad humana compartida, y el deber de que cada ser humano sea responsable de todos los demás, de modo que cada cual asuma las necesidades del otro como si se tratara de las suyas propias. La responsabilidad supone anteponer el bien común al interés particular egoísta, y ser capaces de renunciar a algo propio para sacrificarnos por el bien común, porque nos cuesta dar de lo nuestro para favorecer a los que están más necesitados.