
Cuando acogemos la Palabra de Dios con humildad y fe ésta nos va transformando interiormente, porque el mismo Espíritu Santo que inspiró la Biblia es el autor de nuestra santificación. Esa Palabra de Dios viva y eficaz nos transforma interiormente y nos dispone a vivir según lo que ahí se nos dice. Por eso San Agustín señalaba que la Sagrada Escritura se comprende mejor a través de la vida de los santos. Hace falta escuchar al Señor y vivir con sinceridad de corazón y sencillez, con paciencia, para que la mens Dei (mente de Dios) sustituya a la mens mundi (mente del mundo o mundana). Es decir, que hagamos nuestros los criterios de Dios. Así se llega a realizar lo que el Señor pedía a Marta, lo único necesario (cf. Lc 10, 41-42), no la agitación y preocupación por muchas cosas, sino por la única necesaria.
La lectura de la Escritura lleva a la entrega a los demás por que caridad y Palabra de Dios van siempre unidas: es necesario vestir a Cristo en los pobres, visitarle en los que sufren, darle de comer en los hambrientos, cobijarle en los que no tienen un techo…
Sucede, por otra parte, que vivir según el Evangelio dispone para una mejor comprensión de las Escrituras. Si nuestra vida no cambia seguramente es por falta de docilidad y por pretender dominar las Escrituras en vez de permitir que ellas nos configuren a nosotros, haciendo crecer la vida divina en nosotros. San Gregorio Magno lo indicaba así: “La Escritura crece con quienes la leen” (Scriptura cum legentibus crescit).
TE PUEDE AYUDAR, MÁS SOBRE LA SAGRADA ESCRITURA….
1.Las Escrituras nos abren el corazón de Dios.
2.La Biblia, lugar de encuentro real con Jesucristo.
3.La Palabra de Dios cambia a quien la recibe.
Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.