
La Palabra de Dios, que toma cuerpo escrito en la Biblia, cambia a quien la recibe. La vida queda transformada, en una experiencia cada vez más plena en Dios. No escatimes en el trato asiduo con la Palabra. «La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que una espada de doble filo.» (Hb 4,12), tanto que hace surgir nuevos hijos de Abrahán. (Mt 3,9).
Esta Palabra actúa con eficacia en la creación del mundo, en su gobierno y en su redención. Sin duda es una Palabra viva: Viva en el corazón del Padre, pero también viva en los labios del predicador y viva en los corazones llenos de fe y de amor. ¿Qué puede haber más eficaz o más fuerte que ella? «Así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo» (Is 55,11). Cuando se predica la palabra exterior, pronunciada y escuchada, se reviste del poder de la Palabra acogida en el interior. La Palabra es, pues, eficaz y penetrante cuando se la recibe con fe y amor. En efecto ¿qué hay de imposible para quien cree, y qué hay de duro para aquel que ama?
La Palabra de Dios indica al hombre las sendas de la vida, y nos revela los secretos de la santidad. Sin Jesús se caería en una ética o en una gnosis. Pero “aquellos que oyen la Palabra, la acogen y dan fruto forman parte del Reino de Dios, es decir, viven bajo su señorío”; “Permanecen en el mundo, pero ya no son del mundo; llevan en sí una semilla de eternidad, un principio de transformación que se manifiesta ya ahora en una vida buena, animada por la caridad, y al final producirá la resurrección de la carne” (Benedicto XVI, Ángelus, 15 noviembre 2009).
La Biblia es lugar de encuentro real con Jesucristo