«El Señor vendrá a juzgar…» decimos en el Credo. El hombre de hoy no quiere someterse a ningún juicio, y sin embargo, lo necesita. No termino de comprender muy bien por qué sobre las cosas más profundas de la vida, del nacer y del morir, el aborto y la eutanasia, parece que es una intrusión hacer un juicio moral; en cambio, todas las cadenas de televisión están llenas de programas donde se hacen juicios sumarísimos acerca de cosas inocuas de la vida: programas de cocina, moda, música, en los que se plantea un triunvirato trinitario, unos jueces, y la gente escucha impasiblemente unos juicios de valor sobre cosas que ni van ni vienen, afortunadamente.

El hombre, aunque lo niegue, no puede prescindir de su sentido del bien y del mal, de que haya algo en su interior que le diga que por lo menos para sí mismo quiere el bien, quiere que triunfe el bien sobre el mal. El hombre de todos los tiempos necesita saber, aunque fuese en su vida personal, que el bien triunfará, cosa que en este mundo no se ve con facilidad, porque muchas veces vemos que triunfa el mal. No conozco mucha gente que piense que la vida, el trabajo, los hijos, hayan sido acontecimientos de justicia, que les hayan proporcionado lo que piensan que se merecen. No digamos nada si hay pleitos humanos, pues qué limitados son los juicios de los hombres. Y nuestro corazón está pidiendo que alguien haga justicia en nuestra vida, que el bien ha de vencer.

Es la respuesta que viene a traer la fe: Dios, Jesús, nos amó hasta el extremo de dar la vida, resucitó y está sentado a la derecha del Padre -es decir, es Rey, reina con Él y con el mismo poder- y vendrá para juzgar, a dar sentido a nuestra entrega diaria. Podemos dar la vida ya aquí en la tierra, por amor, en cada acontecimiento de la existencia, pues Su caridad es el principio con el que va a ser juzgado el mundo. Que cuando nos encontremos con Él, nos pueda decir como en el famoso texto del Evangelio: ven bendito de mi Padre, porque me viste con hambre y me diste de comer o me viste en la cárcel, o pobre o desvalido y me ayudaste (Cf. Mt 25, 31-46).

Esta escena ha sido representada por la imaginería cristiana millares de veces. Los grandes momentos del románico, y casi el gótico también, lo representaron, a Cristo Rey que viene a juzgar, en la entrada de las iglesias para que el fiel supiera, de forma catequética, que el que rige el mundo es el Señor. Es conmovedor porque pertenece al acervo de la cultura universal, y nos proporciona una verdad que el mundo necesita.

¿Qué dice la CEE sobre la nueva ley de educación?

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