
Te invito a participar en la ASAMBLEA DIOCESANA del día 7 de noviembre en el colegio «Casa de la Virgen» de Palmones. Espero que suponga un punto de inflexión en los planteamientos pastorales de nuestra diócesis, después del Congreso de Laicos nacional del curso pasado y las aportaciones de nuestros sacerdotes y laicos para un nuevo plan de pastoral. No faltes e inscríbete junto a quienes puedan colaborar de una forma estrecha con la renovación parroquial que todos deseamos. Comenzará a las 10,00 de la mañana, desarrollándose en tres ponencias, para terminar sobre las 13,30 hrs. Infórmate en este enlace. Aquí tienes el formulario de inscripción.
Dios es amor y no se cansa de sembrar y cosechar para el bien de la humanidad. Su trabajo insaciable, que cuenta con nuestra colaboración, nos ha de llenar de esperanza y alegría. Si contamos con Su presencia venceremos el desaliento. Su Palabra nos habla hoy para mostrarnos de nuevo que es el incansable sembrador del Reino de los Cielos (Cf. Evangelio de hoy Lc 13, 18-21). Es muy importante porque habla de la misión de Cristo que permanece en nosotros, es la nuestra, la de la Iglesia entera que tiene la misión de evangelizar sin descanso. Es una misión de amor que se siembra, que se recibe y que nos salva.
Siendo Dios infinitamente poderoso se enfrenta -así sucede con Cristo Crucificado- con el drama de la vida humana, que es la permanente lucha contra el mal. No es necesario ir a buscar al maligno; acude él solo e inmediatamente sembrando la cizaña en medio del trigo, con nocturnidad y engaño, para hacerlo fracasar.
Jesucristo, Dios hecho hombre, es, precisamente por eso, infinitamente paciente porque respeta nuestra libertad (Cf. Lc 12, 39-48). Nos invita a los evangelizadores a mantener la nobleza de Dios y a morir pacientemente, a padecer. Tiene en su mano los destinos del mundo, es infinitamente misericordioso y sabe, sobre todo, que es suya la victoria. Pero igualmente respeta nuestro albedrío y espera nuestra conversión, aunque permita mientras tanto nuestra oposición.
Afortunadamente el Espíritu Santo, que viene en ayuda de nuestra debilidad, como dice el Apóstol San Pablo, nos introduce en los procedimientos de Dios, no en los de los hombres, y suscita en nosotros la entrega cristiana para que lleguemos a dar la vida con paciencia y para orar ante la santidad de Dios.
En su dignidad propia de hijos de Dios, todos los creyentes somos sujetos activos de la evangelización, catequesis, difusión del evangelio; y los laicos no son convidados pasivos o meros destinatarios de un servicio que hacen los sacerdotes -o como mucho los religiosos y religiosas-. El laico es levadura en medio del mundo. Como la levadura en la harina, se hace invisible, participando de todo lo bueno que ofrece la sociedad y fermentando, con la fuerza de Dios, toda la masa. Todos, como Pueblo de Dios que evangeliza en comunión, estamos llamados a profundizar en la fe para ser auténticos discípulos misioneros.
Una Asamblea Diocesana como punto de partida para la conversión misionera