
Celebramos la fiesta de los Santos Patronos, San Servando y San Germán, mártires de Jesucristo en la época del emperador Diocleciano. Morir duele, asusta, no solamente la muerte al final de la vida, sino todas las muertes y renuncias, cada vez que descubrimos que hay cosas que nos gustan que no están bien sino que están mal, que hay comodidades que no nos ayudan sino que nos deterioran, que aquellos placeres a veces a los que nos apegamos deben ser abandonados. Renunciar en esta muerte diaria para vivir lo que es la vida auténtica es un programa exigente, pero es seguir a Jesús que nos salva de todas nuestras angustias y compensa con creces todas nuestras entregas. Por eso, hay que mirar a Jesús.
Los mártires, como San Servando y San Germán, fueron seguidores de Cristo, enamorados de Cristo. Y miraban a Cristo en el camino de la Cruz, a Cristo Crucificado. Y de la muerte, de la Cruz, surge una inmensa fecundidad por la fuerza de la Resurrección. Olvidarse de uno mismo no es fácil, pero nos aleja del “amor” posesivo o narcisista, y nos abre a la alegría de Dios.
Cristo viene a darnos la Vida que brota precisamente de la Cruz, de la donación de sí mismo, y que requiere siempre en nosotros empeño, ascesis, muchas veces sufrimiento, y no pocas sacrificio, incluso hasta el heroísmo supremo. La renuncia es una dimensión fundamental de la vida del cristiano.
La Eucaristía es el sacramento del amor oblativo de Dios, que en Cristo se da por la vida del mundo. La Eucaristía, como la que celebramos cada año en la fiesta de los santos patronos San Servando y San Germán, es escuela de libertad y caridad que nos hace superar las emociones superficiales y nos arraiga en la verdad y el bien, librándonos de la cerrazón en nosotros mismos. Nos enseña en definitiva a pasar de un amor exclusivamente afectivo a un amor redentor, porque el amor no es un mero sentimiento, sino un acto de voluntad por el cual preferimos siempre el bien del otro al propio bien. Por eso decía Jesús: “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.
El obispo diocesano preside la función principal por los Santos Patronos, San Servando y San Germán
Nuestro Objetivo debe ser el Infinito, no el finito, Beato Carlo Acutis