MI MENSAJE SEMANAL EN COPE SOBRE LA LEY DE EUTANASIA

Hace unos días –el 23 de septiembre— se ha presentado la carta Samaritanus Bonus en el Vaticano. Un texto oportuno y actual firmado por el Cardenal Ladaria SJ, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que clarifica lo esencial de la moral cristiana y los casos prácticos que pueden ser objeto de debate en la sociedad actual.
La carta es “un documento necesario” ante las nuevas normas y leyes cada vez más permisivas sobre la eutanasia, el suicidio asistido y las disposiciones sobre el final de la vida. Todo el documento se centra en el sentido del dolor y el sufrimiento a la luz del Evangelio y el sacrificio de Jesús: “el dolor es existencialmente soportable sólo donde existe la esperanza”, se dice, y «la esperanza que Cristo transmite a la persona que sufre es “la de su presencia, de su real cercanía”.
La Congregación para la Doctrina de la Fe se refiere al «individualismo creciente» de la sociedad y recuerda que «en esta cultura del descarte y de la muerte, la eutanasia y el suicidio asistido aparecen como una solución errónea para resolver los problemas relativos al paciente terminal». Pero “la eutanasia es un crimen contra la vida humana”, y “toda cooperación formal o material inmediata a tal acto es un pecado grave” que “ninguna autoridad puede legítimamente imponer ni permitir”. En el texto se sale al paso de varios de los argumentos que se esgrimen para defender la eutanasia. Se dice claramente a que el argumento compasivo de la eutanasia es falso. «La compasión humana no consiste en provocar la muerte, sino en acoger al enfermo, en sostenerlo en medio de las dificultades, en ofrecerle afecto, atención y medios para aliviar el sufrimiento».
Este texto es absolutamente coincidente con el publicado por los obispos españoles sobre la eutanasia, Sembradores de esperanza. La carta Samaritanus Bonus afirma que «incurable, de hecho, no es nunca sinónimo de “in-cuidable”».
Ante la cultura de la muerte la Iglesia propone actuar a imagen del Buen Samaritano, algo que compete especialmente a los agentes de pastoral y a toda la comunidad cristiana. Hemos de seguir el ejemplo del Buen Samaritano para que al rechazo le siga la aceptación y sobre la angustia prevalezca la esperanza, sobre todo cuando el sufrimiento se prolonga por la degeneración de la patología, al aproximarse el final. Como en la parábola del Buen Samaritano, para ayudar al prójimo que sufre hay que evitar la indiferencia, apatía, prejuicio, miedo a mancharse las manos, encerrarse en las propias preocupaciones; y hay que poner en práctica la atención, escucha, comprensión, compasión, discreción.
«La eutanasia, por tanto, es un acto intrínsecamente malo, en toda ocasión y circunstancia». Aquellos que aprueban leyes sobre la eutanasia y el suicidio asistido se hacen, por lo tanto, cómplices del grave pecado que otros llevarán a cabo. Ellos son también culpables de escándalo porque tales leyes contribuyen a deformar la conciencia, también la de los fieles”.
Es una coincidencia, pero más de un centenar de personalidades de distintos ámbitos de la vida pública española –aglutinados en la plataforma «Los 7.000», un nutrido grupo de médicos, académicos, empresarios, políticos y representantes de la sociedad civil— presentaron un manifiesto la semana pasada para pedir al Congreso de los Diputados que detenga la tramitación de la proposición de Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia. Simplemente desde un razonamiento lógico humano, lo consideran «improcedente» y una «muestra de gran falta de sensibilidad», «cuando el país expresa un duelo inmenso por el gran número de personas que han perdido, y siguen perdiendo la vida por la pandemia» del Covid-19.
Queridos amigos: Estamos ante un debate que se ha ideologizado demasiado. Nos quieren hacer creer que responde a una supuesta demanda social o mayoritaria, pero, realmente, no es así. La eutanasia plantea «graves problemas éticos siempre» y «puede dejar secuelas psicoemocionales en los familiares que deciden o consienten esa eutanasia«. La mayoría de los sanitarios en general y los cristianos en particular tenemos claro que estamos con la defensa de la vida en todas las etapas de la misma, desde la concepción hasta la muerte natural. En lo profundo de cada persona, existe este profundo deseo de cercanía del ‘otro’, que nunca debemos olvidar. La fragilidad que estamos experimentando durante este tiempo constituye una oportunidad para reflexionar sobre el significado de la vida, el cuidado fraterno y el sentido del sufrimiento y de la muerte. Permanezcamos cerca de la humanidad y de aquellos que sufren.
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Nota de la Comisión Ejecutiva de la CEE sobre la ley de la eutanasia