Hoy celebramos la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Cristo reina en la Cruz, Cristo es exaltado, Cristo triunfa del pecado y del diablo. No es un día de luto sino que se celebra el amor de Dios por el hombre, amor que llega a su más alta expresión. «Dios no perdonó a su Propio Hijo, sino lo entregó por nosotros» (Rom 8,32). Es el Evangelio de San Juan el que mejor expresa la Pasión como la Hora de Jesús, la de su glorificación: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del Hombre (Jn 13,31)». Cristo glorificado es entronizado, exaltado en su muerte, y brilla como el Sol sobre la creación, con una vida nueva que no tiene fin.
El sufrimiento no puede ser absurdo si Cristo, que es Dios, decidió experimentarlo. La pregunta de Job tiene ya respuesta. ¿Cómo hace un buen médico para demostrar al paciente que el fármaco no contiene veneno? ¡Se bebe de ella antes que él, delante de él! Así ha hecho Dios con los hombres. Él bebió el cáliz amargo de la pasión. No puede estar por tanto envenenado el dolor humano, no puede ser sólo negatividad, pérdida, absurdo, si Dios mismo ha decidido saborearlo. La cruz «no es el ‘no’ de Dios al mundo, sino su ‘sí’ de amor».
Jesús nos da la máxima prueba de amor pues, en verdad, «nadie tiene mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos» (Juan 15, 13). Contemplemos al Hijo Unigénito de Dios, consubstancial al Padre, eterno como el Padre, que, habiéndose encarnado, muere por nosotros.
Que contemplar la Cruz de Cristo nos haga arrodillarnos a adorar por tanto amor; roguemos con confianza al que da la vida por nosotros; ofrezcámonos para amar, sufrir y morir con Él y por los hermanos; resucitemos a la vida gozosa de los hijos de Dios.
TE INTERESA:
El Evangelio de hoy desde la Tradición de la Iglesia
Aportemos siempre la fuerza de nuestra esperanza con la confianza puesta en el Señor
El Blog del Obispo Zornoza 