
Junio es el mes del Sagrado Corazón de Jesús. Adoramos el amor de Dios que se ha manifestado en el Corazón traspasado de Jesús en la Cruz. Contemplamos, por tanto, el amor de Cristo al entregar su vida por la redención del mundo. No se trata de una devoción particular que sólo pueden gustar unos pocos, sino que nos encontramos ante la contemplación de algo que es «imprescindible» para la vida espiritual de todo cristiano.
Las palabras del profeta Isaías, «sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación» (Is 12, 3), con que se iniciaba la encíclica Hauretis Aquas de Pío XII no han perdido nada de su significado hoy. Igual que entonces, los creyentes debemos abrirnos al misterio de Dios y de su amor y dejarnos transformar por él. Cincuenta años después, sigue en pie la tarea siempre actual de los cristianos de continuar profundizando en nuestra relación con el Corazón de Cristo para reavivar en nosotros mismos la fe en el amor salvador de Dios. Es lo que pedimos ahora al Señor, que sepamos acoger su amor cada día mejor en nuestra propia vida.
Cuando contemplamos a Jesús y su “costado traspasado por la lanza» nos adentramos inmediatamente en la voluntad infinita de salvación que Dios tiene hacia nosotros. Su costado abierto es el “manantial” al que necesitamos recurrir para alcanzar el conocimiento verdadero de Jesucristo y para experimentar más a fondo su amor.
Cristo Nuestro Señor se lo manifestó así en sus apariciones a la religiosa francesa Santa Margarita María Alacoque (1647-1690): “Mi Corazón divino está tan apasionado de amor por los hombres, y por ti en particular, que al no poder contener en sí las llamas de su ardiente caridad, ha de transmitirlas por todos los medios”.
El curso pasado consagrábamos la Diócesis de Cádiz y Ceuta al Sagrado Corazón de Jesús. Reavivemos tanta gracia recibida, y vivamos de Su inmenso amor para así poder amar desde Su Corazón a nuestro mundo. Que el amor de Dios sacie así todo corazón.
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