
“Poned los ojos en el Crucificado y se os hará todo poco…” nos dice Santa Teresa de Jesús. La contemplación orante de Cristo en la Cruz ha sido y será la fuente de toda santidad. No vivamos como hombres y mujeres sin esperanza. Vivamos esta cuaresma mirando a Cristo Crucificado para aprender a vivir dando la vida por los demás con la fuerza del amor de Dios. Démosle gracias por su amor y, sobre todo, queridos hermanos, vibremos permanentemente con el milagro de su misericordia para transmitir su amor a los descartados del mundo y a cuantos lo desconocen, pues Dios mismo, que “tanto amó al mundo”, nos envía ahora a él (Mc 16,15) para ser “luz del mundo” (Mt 5,14) y consuelo de los que sufren. Contemplemos mucho la Cruz del Señor.
El Señor sigue estando entre nosotros y en este tiempo nos sigue llamando a vivir como creyentes. En días de dolor, miedo y muerte y como estos, los cristianos debemos recordar que estamos en las manos de un Dios que es Padre capaz de sacar cosas buenas de lo malo. En las actuales circunstancias, los cristianos debemos seguir siendo en nuestro entorno -con nuestra palabra y ejemplo— sembradores de paz, esperanza y alegría. “Cruz y noche son caminos para llegar a la luz celestial: éste es el mensaje gozoso de la Cruz”. Edith Stein.
No olvidéis que nos unimos a rezar juntos como Iglesia, Cuerpo de Cristo: el 25 de marzo a las 12:00 un Padre Nuestro junto con el Santo Padre; ese mismo día a las 19:30 Santo Rosario y Consagración de España y Portugal a la Virgen de Fátima; y el 27 de marzo a las 18:00 Adoración y Bendición Urbi et Orbi del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro. Seguro que podremos juntos seguirlo y participar activamente en esta poderosa intercesión a través de distintos medios.
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