
Estamos invitados en esta Cuaresma a la conversión, a orientar nuestra vida a la luz de Dios. No te gloríes de ti mismo, pues tus talentos los recibiste para servir. No te consideres dueño de nada: eres sólo un humilde administrador. Aprecia el valor de las cosas sencillas y humildes. Cristo es la verdadera y única medicina de inmortalidad y eternidad. Sólo El nos puede liberar de la destrucción, de la corrupción y de la muerte; sólo El nos lleva a la Resurrección.