
El lunes 9 de marzo parte el Vía Crucis con la Cruz de Lampedusa, de la Iglesia de Santo Domingo en Cádiz. Acompañamos a Cristo, y en su corazón abierto y herido, a los más pobres y sufrientes, descartados, frustrados en la esperanza. La Cruz de Lampedusa fue construida a partir de madera de pateras, y su itinerancia por el mundo desafía la indiferencia en la que nos instala frecuentemente nuestro egoísmo. Fue bendecida por el Papa Francisco y vendrá a nuestra Diócesis de Cádiz y Ceuta.
El ejercicio del Via Crucis, «camino de la Cruz», permite acompañar a Jesús por medio de la oración en su camino al Calvario, meditando también su muerte, descenso de la Cruz y sepultura. Su práctica supone una lección de vida, una promesa de fidelidad de los discípulos que acompañamos al Señor, y un anuncio del gozo de la resurrección: en el Resucitado, que vive para siempre, vence el amor, se hace eternamente presente y nos es dado, de modo que podemos acompañar al mundo que padece la cruz, y aceptarla nosotros mismos con alegría.
En el ejercicio del Via Crucis se expresa de forma eminente la unidad indisociable que existe entre el Corazón traspasado de Cristo y los corazones traspasados de nuestros hermanos hoy. Es el doble movimiento interior que experimentamos: mirando los corazones heridos, solitarios y desgarrados de tantos de nuestros hermanos, un grito se eleva al cielo, una oración que junto a la de Cristo en su Pasión clama al Padre justicia y salvación; y justamente al sentir a Cristo unido a nosotros en ese grito, experimentamos a Dios cercano, solidario, lleno de misericordia, y nos llenamos de confianza.
Que el Vía Crucis Cuaresmal nos lleve como discípulos misioneros al deseo ferviente de anunciar el Evangelio.
TE INTERESA