
Somos afortunados si Cristo nos ha considerado dignos de vivir su vida y de transmitirla a los demás. El encuentro con Cristo, contemporáneo nuestro en la Iglesia y en los sacramentos, y la vocación al don de sí son los elementos esenciales para que, desde la familia y la comunidad cristiana, con la gracia de la redención, se pueda reconstruir hoy la vida del hombre que pierde su sentido, después que la secularización está suponiendo un «apagón» de la conciencia moral que deja al hombre a oscuras, con una libertad sin norte y sometida al relativismo moral.
La perversión de la libertad se produce cuando la voluntad humana, en vez de ser guiada por la inteligencia y la verdad del hombre, sigue simplemente los impulsos de los instintos, de los sentimientos y emociones, estimulados potentemente por los medios de comunicación en una sociedad volcada al consumo. Hoy, cuando se apela a la autonomía radical y soberana de la voluntad, desconociendo la naturaleza propia de la persona y su auténtica libertad unida a la verdad, se prepara un mundo de esclavos de sí mismos y de los tiranos del futuro. Por tanto, “recuerda que eres un bautizado”, “sé lo que eres, vive lo que eres”. Eres libre, porque la huella divina te indica el verdadero camino para tu libertad, lejos de los espejismos engañosos.