
Debemos aceptar de corazón nuestra misión. Esta misión hoy nos sigue pidiendo y reclamando la unidad, y, para ello, dejar de mirar el pasado o toda actitud autorreferencial para centrarnos en la lo que hoy nos pide el Señor. En esta Semana de la Oración por la Unidad de los cristianos, hacemos nuestra la oración del Señor: “Que todos sean uno, para que el mundo crea” (Cf. Jn 17,21-23). La unidad a la que el Señor nos llama es una unidad siempre en clave misionera, que nos pide salir y llegar al corazón de nuestros pueblos y culturas, a la sociedad posmoderna en la que vivimos. Oremos, pues, por la unidad de los cristianos y seamos portadores nosotros mismos de comunión en nuestras relaciones. El proceso de secularización está suponiendo un gran apagón de la conciencia moral del hombre, que acaba haciéndose esclavo del deseo, del consumo, encerrado en el egoísmo e incapaz de relaciones auténticas.
Nos acordamos de nuestros hermanos cristianos perseguidos por todo el mundo. No podemos dejar de reconocer que ciertamente no son tiempos fáciles, especialmente para muchos hermanos nuestros que hoy viven en su carne el destierro e inclusive el martirio a causa de la fe. Pero su testimonio nos lleva a descubrir el gran tesoro de la vida por el que vale la pena darlo todo, siguiendo el ejemplo que pone Jesús en sus parábolas para referirse a la fe. El Señor nos sigue llamando e invitando a vivir el evangelio con alegría, gratitud y radicalidad. El nos dará la fuerza para hacer de cada tiempo, de cada momento, de cada situación una oportunidad de comunión y reconciliación con el Padre y con nuestros hermanos, especialmente con aquellos que hoy son considerados inferiores o material de descarte.