
MI HOMILÍA EN LAS ORDENACIONES DE SACERDOTES Y DIÁCONOS EL 28 DE SEPTIEMBRE DE 2019 EN LA S. A. I. CATEDRAL DE CÁDIZ
«El Señor nos hace hoy un gran regalo. Os lo hace a vosotros, pero haciéndolo a vosotros, nos lo hace a todos nosotros, porque un sacerdote es un regalo, un don para la vida de la Iglesia. Pero, podemos preguntarnos, ¿porqué? ¿qué significa el sacerdocio, si somos ya un pueblo de reyes, de sacerdotes, y de profetas, dispuestos a gritar al mundo entero la belleza de ser cristianos, de conocer y haber recibido a Cristo? Significa que el sacramento que está en la base de todos los demás sacramentos es el sacerdocio, el sacramento personal por el que Cristo se hace presente al mundo y habita de una manera humana que prolonga, por así decir, la Encarnación en todos mediante el Bautismo. Pero tiene que haber unos hombres que le hagan visible, dispensadores de su gracia, que sean como el icono de Cristo vivo, que nos recuerden que Cristo está presente, no sólo con su palabra o con su predicación sino sobre todo con su vida, que Cristo nos ama por encima de todo, sean cuales sean nuestros pecados. Jesucristo jamás nos retira ni su amor ni su caricia, ni su ternura, ni su palabra. Queridos ordenandos: que con toda vuestra vida mostréis el rostro de Cristo, la actitud de Cristo, el abrazo de Cristo a los pecadores, la búsqueda de los extraviados, el ir detrás de la oveja perdida, el no dejar que nadie se pierda. Que a través vuestro cada necesitado pueda sentir su caricia, su ayuda, y una palabra de esperanza. Gracias a todos vosotros, sacerdotes aquí presentes, por ser un regalo por vuestra fidelidad, ejemplo y generosidad.»