La llamada a ser sacerdote: es la iniciativa amorosa con la que Dios viene a nuestro encuentro y nos invita a entrar en un gran proyecto

A lo largo de la historia, Dios ha elegido a jóvenes para colaborar con Él siendo Sacerdotes, y hacer realidad el sueño que había puesto en su corazón. Todos ellos han dicho sí a ese plan de Dios y se han convertido en personas realmente felices. Es urgente: se necesitan soñadores. ¿Quieres ser feliz? ¿Quieres ser como ellos?

Nuestra vida es un regalo de Dios. Desde antes de nacer, Dios pensó en ti y de Él has recibido unas cualidades. Dios ha soñado y trazado un plan para ti: te quiere feliz y santo. Como buen Padre, desea guiarte y acompañarte en cada paso de tu vida hacia la felicidad, hacia la santidad. Esta santidad «a la que el Señor te llama irá creciendo con pequeños gestos» (GE, n. 16). Quien responde a la llamada de Dios y le sigue descubre que, a pesar de su debilidad, el amor del Señor es más grande y fuerte. Él nos sigue de cerca, nos acompaña, con Él podemos seguir avanzando.

Para decir Sí hay que escuchar la llamada, por eso, el papa Francisco se dirige a los jóvenes para “deciros: no seáis sordos a la llamada del Señor. Si él os llama por este camino no recojáis los remos en la barca y confiad en él. No os dejéis contagiar por el miedo, que nos paraliza ante las altas cumbres que el Señor nos propone. Recordad siempre que, a los que dejan las redes y la barca para seguir al Señor, él les promete la alegría de una vida nueva, que llena el corazón y anima el camino”. «La llamada del Señor, no es una intromisión de Dios en nuestra libertad; no es una “jaula” o un peso que se nos carga encima. (…) es la iniciativa amorosa con la que Dios viene a nuestro encuentro y nos invita a entrar en un gran proyecto, del que quiere que participemos, mostrándonos en el horizonte un mar más amplio y una pesca sobreabundante» (Francisco). La vocación es una llamada y una gracia, como lo enseña Jesús: “No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os ha elegido”.

Ayudemos a descubrir a los jóvenes la llamada vocacional a la vida sacerdotal y oremos siempre para que en la Iglesia nazcan nuevas vocaciones y que perseveren las que existen. Atrévete a ofrecerte a Dios, que el acogerá tu generosa ofrenda para ponerte al servicio de los demás y llenarte de la felicidad de los que se entregan a el.

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