El Corpus celebramos el Día de la Caridad. Quien ha dado su vida por nosotros nos pregunta: “¿Dónde está tu hermano?”, y nos envía como a aquellos que le escucharon la parábola del Buen Samaritano: “Vete y haz tu lo mismo”.

Contemplar a Cristo en la procesión del Corpus, o celebrar la Santa Misa, nos invita a acompañarle en las calles de la vida y a dejarnos llevar por el y con el, deteniéndonos ante el sufrimiento de las personas, el grito de los afligidos, las carencias materiales y espirituales de los marginados, el desvalimiento de los emigrantes, el desamparo de los sin-techo.

No quedemos pasivos ante esta revelación de misericordia. Dijo Chesterton que “posiblemente la mediocridad sea estar ante lo sublime y no darnos cuenta”. Nuestra fe nos hace contemplar, venerar y reaccionar ante el sublime amor que nos regala el Señor. Abramos los ojos y el corazón: los jóvenes, ancianos, niños; casados o solteros, religiosos y religiosas o sacerdotes; enfermos y sanos…. Que nos arrastre su misericordia para proclamar con obras de caridad que Cristo sigue presente entre nosotros, en nuestras calles y, sobre todo, en nuestra vida.

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