MI ALOCUCIÓN EN COPE CON MOTIVO DE LA JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

El día 2 de junio –solemnidad de la Ascensión del Señor— se celebra la JORNADA MUNDIAL Y COLECTA DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES. Este año nos recuerda, con palabras de San Pablo, que «“Somos miembros unos de otros” (Ef 4,25). El Papa nos propone pasar de las comunidades en las redes sociales a la comunidad humana.

Desde que internet ha estado disponible, recuerda el Santo Padre, “la Iglesia siempre ha intentado promover su uso al servicio del encuentro entre las personas y de la solidaridad entre todos”. Por eso, “con este Mensaje, quisiera invitarles una vez más a reflexionar sobre el fundamento y la importancia de nuestro estar-en-relación; y a redescubrir, en la vastedad de los desafíos del contexto comunicativo actual, el deseo del hombre que no quiere permanecer en su propia soledad”. Ante la complejidad del escenario y para ayudar a esta reflexión, el Papa plantea las ventajas de la red, advierte de sus peligros y nos plantea un interrogante: ¿Cómo reencontrar la verdadera identidad comunitaria siendo conscientes de la responsabilidad que tenemos unos con otros también en la red?

Hay que reconocer que, por un lado, las redes sociales sirven para que estemos más en contacto, nos encontremos y ayudemos los unos a los otros; pero por otro, se prestan también a un uso manipulador de los datos personales con la finalidad de obtener ventajas políticas y económicas, sin el respeto debido a la persona y a sus derechos. 

La figura de la red nos invita a reflexionar. La red funciona gracias a la coparticipación de todos los elementos. La metáfora de la red, trasladada a la dimensión antropológica, nos recuerda otra figura llena de significados: la comunidad. Cuanto más cohesionada y solidaria es una comunidad, cuanto más está animada por sentimientos de confianza y persigue objetivos compartidos, mayor es su fuerza.

Además, la identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al grupo: este se define a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios. Lo que debería ser una ventana abierta al mundo se convierte así en un escaparate en el que exhibir el propio narcisismo. La red constituye una ocasión para favorecer el encuentro con los demás, pero puede también potenciar nuestro auto aislamiento, como una telaraña que atrapa. Los malentendidos, las incomprensiones, las murmuraciones, las confusiones que se generan en el mundo digital se trasladan con todas sus consecuencias, y con gran facilidad, al mundo de las presencias reales. Además, los jóvenes son siempre los más expuestos.

Amigos: no entremos en las dinámicas de la desinformación, en las fake news tan típicas de nuestro tiempo. En virtud de nuestro ser creados a imagen y semejanza de Dios, que es comunión y comunicación-de-sí, llevamos siempre en el corazón la nostalgia de vivir en comunión, de pertenecer a una comunidad. Los cristianos estamos llamados con mayor razón, a manifestar esa comunión que define nuestra identidad de creyentes. Somos miembros unos de otros, somos para los demás. Efectivamente, la fe misma es una relación, un encuentro; y mediante el impulso del amor de Dios podemos comunicar, acoger, comprender y corresponder al don del otro. La comunión a imagen de la Trinidad es lo que distingue precisamente la persona del individuo. De la fe en un Dios que es Trinidad se sigue que para ser yo mismo necesito al otro. Soy verdaderamente humano, verdaderamente personal, solamente si me relaciono con los demás. Edifiquemos nuestra vida en la verdad, con sentido crítico, con caridad y con humildad. Ojalá los comunicadores usen responsablemente el lenguaje y propicien comunidades que sean redes solidarias de escucha recíproca y de diálogo.

El auténtico camino de humanización va desde el individuo que percibe al otro como rival, hasta la persona que lo reconoce como compañero de viaje; abriendo el camino al diálogo, al encuentro, a la sonrisa, a la caricia… Esta es la red que queremos. Una red hecha no para atrapar, sino para liberar, para custodiar una comunión de personas libres. Volvamos a las relaciones personales. La Iglesia misma es una red tejida por la comunión eucarística, en la que la unión no se funda sobre los “like” sino sobre la verdad, sobre el “amén” con el que cada uno se adhiere al Cuerpo de Cristo acogiendo a los demás.

Gracias, queridos amigos. Salgamos al encuentro del otro y velemos porque nuestra presencia en Internet y en las redes sociales impida que se convierta en un espacio de sospecha en que broten todo tipo de prejuicios que nos dividan en una contraposición frente al otro.

Rezo siempre por vosotros. Orad al Señor por mi. Que seamos portadores de la Buena Noticia del Evangelio por todo el mundo, capaces de tejer una red de comunión de amor con todos.

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