
Este fin de semana se estrena en Cádiz la película “Hospitalarios: las manos de la Virgen”, justo después de haber celebrado el VI Domingo de Pascua la XXVII Jornada Mundial del Enfermo. La Iglesia celebra la Pascua del Enfermo centrándose en el voluntariado y en la Pastoral de la Salud. Es una obra de misericordia visitar y cuidar a los enfermos, que la Iglesia ha vivido intensamente desde el comienzo de su historia. Es necesario reflexionar en la importancia del voluntariado y la necesidad de animar a más personas para atender a los enfermos. La Iglesia, como Madre de todos sus hijos, sobre todo los enfermos, recuerda que los gestos gratuitos de donación, como los del Buen Samaritano, son la vía más creíble para la evangelización.
El cuidado de los enfermos requiere profesionalidad y ternura, pero también expresiones de gratuidad, inmediatas y sencillas, a través de las cuales se consigue que la otra persona se sienta “querida”. La vida es un don de Dios y, como advierte san Pablo, «¿Tienes algo que no hayas recibido?» (1 Cor 4, 7). Precisamente porque es un don, la existencia no se puede considerar una mera posesión o una propiedad privada, sobre todo ante las conquistas de la medicina y de la biotecnología, que podrían llevar al hombre a ceder a la tentación de la manipulación del «árbol de la vida» (cf. Gen 3, 24).
Frente a la cultura del descarte y de la indiferencia, la lógica del don refleja el amor de Dios, que culmina en la encarnación del Hijo, Jesús, y en la efusión del Espíritu Santo. La existencia cristiana se hace creíble y significativa para el mundo. La gratuidad humana es la levadura con la que actúan los voluntarios, que son tan importantes en el sector socio-sanitario y que viven de manera elocuente la espiritualidad del Buen Samaritano.
El voluntario es un amigo desinteresado con quien se puede compartir pensamientos y emociones. Es capaz de recuperar la esperanza y la dignidad, de humanizar los cuidados. Los voluntarios son presencia y testimonio de la Iglesia en el mundo de los enfermos. Amigos: no os canséis de trabajar por los demás sirviendo con amor tierno a los enfermos. Cada vez hay más personas enfermas y solas que atender. Sed un auténtico regalo para los demás, gente con corazón. Movidos, ante todo por el amor de Cristo, conquistados por Cristo con su amor, despertad en las familias y en los enfermos en ellos el amor al prójimo (cf. Benedicto XVI, encíclica Deus caritas est, nn. 31-33), en los servicios de asistencia religiosa de los hospitales, en la sociedad en general.