
Muchas veces vivimos una relación ligera con Dios, en una “delgada línea roja” en la cual no sabemos cuándo estamos cerca o lejos, porque nuestra relación es superficial. La intimidad con el Señor tiene que llevarnos a compenetrarnos con Él, a escuchar su Palabra, a vivir su Evangelio, a rumiar en nuestro interior pidiéndole gracia y luz para hacer nuestros sus sentimientos y su vida. Y esto nos lleva a otra consecuencia importante: una enorme confianza. Él es quien nos da la vida, nuestro Pastor.