
El Papa Francisco ha escrito a los jóvenes. Acaba de publicar su última exhortación apostólica, consecuencia del reciente Sínodo de los Obispos.
“Vive Cristo” son las primeras palabras de su carta, las que le dan el título, dejando claro desde el comienzo dónde está la juventud, la verdadera y eterna novedad. Porque El vive y nos quiere vivos, les alienta a crecer en la santidad y en el compromiso con la propia vocación. Pero también se dirige a todo el Pueblo de Dios, a sus pastores y a sus fieles, porque la reflexión sobre los jóvenes y para los jóvenes nos convoca y nos estimula a todos.
Francisco repasa en la Sagrada Escritura las historias de tantos jóvenes que fueros protagonistas de historias preciosas porque se prestaron a colaborar con Dios, eran sus amigos. José, Gedeón, Samuel, David, Salomón, Jeremías y Rut. Pero Jesús, el Señor, eternamente joven, está dispuesto a regalar un corazón joven a quien se fíe de El para aprender a amar. Lo anciano es “el hombre viejo” (Col 3, 9.10). Jesús nos enseña cómo ser hijos y cómo ser padres, como aprender de los mayores y cómo madurar, sin hacer concesiones al culto a la juventud. A su paso encontró jóvenes aparentemente “vivos” que prefirieron morir, y a quienes, saliendo de la muerte, encontraron, por El, la vida.
Jesús es el joven entre los jóvenes, capaz en su madurez de dar la vida en favor de los demás. Los aspectos de su vida nos orientan e iluminan. Nos enseña a vivir y a crecer, llenos del Espíritu Santo, formándose como persona y en comunidad, hasta llegar a cumplir su misión. Es fácil para los jóvenes reconocerse en sus dificultades, pero también imitar su confianza y abandono en el Padre y su compasión por los demás. Jesús resucitado “es la verdadera juventud de un mundo envejecido, y también es la juventud de un universo que espera con «dolores de parto » (Rm 8,22) ser re- vestido con su luz y con su vida” (nº 32).
La Iglesia sabe que “ser joven, más que una edad es un estado del corazón” (nº 34), y así se comprende que ofrezca siempre vida renovada al mundo, invitándonos a volver al primer amor. El Papa nos invita, por tanto, a no caer en el desánimo ni en la mundanidad, a crecer en la fascinante fraternidad cristiana, abiertos a dialogar y a acoger, y a cambiar las costumbres caducas o posturas defensivas que alejan a los que se acercan con sinceridad, a veces con críticas. Hará falta, para ello, perder temores y defender las propuestas más justas. De nuevo el Santo Padre propone a María, la joven humilde pero fuerte, agraciada pero decidida, la influencer de Dios, que fortalece nuestro “si” para responder a Dios en medio de su querido pueblo.
El Papa propone el ejemplo cautivador de conocidos santos que interceden por nosotros, que no llegaron a la edad adulta, cada cual, en su tiempo, cultura y situación particular, demostrando que siempre en la Iglesia los jóvenes han encontrado su sitio más noble, como tienen que encontrarlo también hoy, porque son “el ahora de Dios”, el presente.
No existe la juventud en abstracto, sino los jóvenes en particular, con sus vidas concretas, casi siempre condicionados por las crisis diferentes que vive el mundo (ideologías, marginación, adicciones, abusos, persecución, etc.). Los jóvenes quieren expresarse y ver compartido su dolor, y no ser utilizados. Necesitan dialogar a fondo, dejando atrás la utilización de su imagen y fórmulas rígidas, considerando su corazón como “tierra sagrada” donde con respeto se manifestará el Misterio si les ayudamos a resolver las cuestiones antropológicas que les inquietan y a curar sus frecuentes heridas. Repartidos por el ancho mundo son muchos y, a veces, muy diferentes unos de otros. Su pluralidad nace a veces de su fe, o la antigüedad de su cultura cristiana, o de su dificultad en vivir en libertad.
En medio de sus deseos, ideales y aspiraciones piden encontrar sentido y una autentica restauración que de la paz a sus corazones, tantas veces marcada por el dolor de la cruz. En el encuentro con Jesús hallarán ayuda y alivio. También ellos necesitan la verdad y la buscan, pero deberán superar el complejo mundo de la comunicación, las falsas noticias y otros engaños.
Hemos de agradecer al Santo Padre esta exhortación directa, realista, esperanzada, llena de consejos prácticos y sugerencias, que ha de renovar nuestra Pastoral para que los jóvenes se encuentren con el Señor, un amor que da la vida eterna y llena las expectativas del corazón. No dejéis de leer la exhortación.