Dios sigue viniendo a nosotros, provocando una respuesta. ¿Y hoy nosotros cómo lo recibimos? Dios viene a nosotros por la fe, la salvación puede ser recibida por la fe. La fe no es creer en que Dios existe, o simplemente lo que me dicen de Dios. La fe es una relación con alguien que me ama, donde hemos de descubrir a la persona en ese amor que siempre nos sorprende con lo que nos da: Dios nos da amor, nos da esperanza, nos da seguridad, nos da todo en todos los momentos de la vida. Recuerdo a una enferma agonizante que me decía, ¡qué bueno ha sido Dios conmigo, y lo sigue siendo ahora! ¡Mi Dios me espera!
En todos los momentos de nuestra vida Dios nos sorprende si le abrimos el corazón. Pero esa es la sorpresa que no podemos olvidar, pues Dios sigue hablando y actuando. ¿Qué ha pasado con la Encarnación?, ¿Dios ha venido al mundo y se ha ido? ¡No!. Él está. Está en la Iglesia. Se ha quedado en la Palabra, en la Eucaristía, los sacramentos, en la comunidad cristiana. Y sigue llamando a nuestra puerta, invitando a acogerle: ¿quieres acogerme? ¿Puedo venir a encarnarme en ti? ¿Quieres ser otro “Cristo”? A ver si conseguimos sorprender nosotros a Dios y decirle como la Virgen “hágase”. Pues él nos sigue diciendo: ¡ánimo, no temas, esto vale la pena!