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Postración y oración a los santos en Ordenaciones Sacerdotales y Diaconales

Vivir nuestra vocación cristiana tiene que llevarnos a ser consientes a todos nosotros de nuestra misión. Y el mundo no se puede decir que esté muy orientado, sino que más bien se trata de lo contrario, de un mundo desorientado en la ideas, en la vida, con tantas propuestas, a veces antagónicas, que llevan a destrozar la vida de las personas y de las familias. El mundo necesita pastores según el corazón de Dios. Y no pienso solo en los sacerdotes, por los que hay que pedir siempre, porque los necesitamos en la Iglesia y hacen las veces de Cristo en su ministerio. El Señor comparte su pastoreo con todos: padres y madres de familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, jefes, gobernantes, cualquiera que realice algún ejercicio de autoridad… Por esto se dice que los cristianos tenemos la misión, y en esto nos insiste mucho el Concilio Vaticano II, de hacer lo posible para que el mundo viva, funcione y  crezca según los criterios de Dios.

Los padres y madres de familia, en una sociedad en la que prende la idea de que una educación no estrictamente académica o de los valores más básicos, corresponde a la escuela, y no a la familia, habéis de responder siendo verdaderos pastores. Cuánto cuesta a veces estar cerca, no anular la libertad del otro, pero alentar, orientar, haciendo descubrir y acompañando en los caminos del bien. Esto es lo que hace Jesús con nosotros. Y es lo que lleva Dios en su corazón de Padre. Quiere ser el Señor y el pastor de nuestras almas, de nuestros corazones, de nuestra vida, para que podamos encontrar en Él nuestro descanso (Cf Mt 11, 28).

El cristiano debe implicarse en la vida social, en la vida familiar, económica, política sabiendo que su presencia debe ser un modo activo de dejar que el criterio, el estilo, la paternidad, el amor de Dios hagan un mundo mejor. Por ello, ante el pastoreo del Señor nos encontramos con nuestra vocación y misión en medio del mundo.

El pastoreo, el gobierno, el servicio, no son formas de poder, en el sentido más mundano de la palabra. ¿Cómo el Señor lleva a la vida a su pueblo y a su rebaño? Pues dando la propia vida en la Cruz. De alguna forma, el consuelo y la paz y el descanso que nosotros necesitamos ha costado muy caro a Dios, que ha dado la vida por nosotros, pero nos ha enseñado un camino que es el camino del bien, del servicio, que tiene una exigencia, que es coherente, y que exige de nosotros una entrega total, porque en la medida en que nos abrazamos al Amor Crucificado que nos da la vida y nos enseña a vivir y a servir encontramos la paz del corazón.

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