Oremos por las vocaciones sacerdotales. Estos días próximos a la Solemnidad de San José los seminaristas, llamados al sacerdocio, hacen la «campaña del seminario», de modo que recorren nuestra diócesis, parroquias, colegios, institutos, tratando de mostrar la grandeza de ser sacerdotes en un mundo tan necesitado de Dios. ¡Este mundo ha de conocer la alegría que sólo puede dar la amistad íntima con Jesús!
Mostremos a los jóvenes la belleza de esta vocación que hace felices a quienes la viven, porque el Señor llena plenamente el corazón a quien se lo da todo sirviendo a la Iglesia. No les pongamos trabas. Y prestemos nuestra voz a la llamada del Señor. El quiere nuestra mediación sin la cual muchos nunca escucharán la llamada. Que sean los padres los primeros en despertar en sus hijos el deseo de servir dando la vida y escuchando la llamada de Dios. Que, igualmente, asuman esta responsabilidad los catequistas, maestros, y, ¡cómo no!, los sacerdotes de cada comunidad. Su testimonio atractivo y el ejemplo de su entrega gozosa han de ser un permanente reclamo donde escuchar la voz del Señor. Quiera Dios regalarnos muchos sacerdotes santos. Quizá de ellos dependa nuestra salvación.