Campeones1Resulta particularmente urgente la llamada de Francisco a los jóvenes a no dejarse robar la alegría y la esperanza, pues constituyen la fuerza transformadora del espíritu juvenil y la “sal” preciosa que da sabor a la existencia, que puede resultar insulsa a fuerza de búsquedas vanas y sin horizonte. La alegría y la esperanza juntas, son la clave para una Iglesia joven.  Los jóvenes son, por un lado, los principales destinatarios de un mensaje de vida en plenitud, pero al mismo tiempo son también protagonistas de un mundo en constante transformación, y están llamados a ser dinámicos comunicadores del Evangelio a través de su palabra y con un testimonio vital de alegría  y esperanza.

“¡No se dejen robar la alegría y la esperanza!”, les dice el Papa. Una llamada positiva, ciertamente, pero al mismo tiempo cargada de dramatismo, pues no son pocos los peligros que hoy atentan contra estas dos características tan propias de la edad juvenil. En efecto, tal vez una de las mayores amenazas contra la alegría y la esperanza de los jóvenes está en la falta de razones profundas para esperar en un futuro mejor, y sobre todo en un futuro que se sitúe más allá de lo meramente temporal y que lleve a mirar hacia horizontes capaces de satisfacer sus anhelos más elevados. Solo Jesucristo puede responder totalmente a las preguntas más interpelantes y a los deseos más profundos de los jóvenes. Solo el encuentro con Él produce una alegría y una esperanza verdaderamente capaces de transformar la realidad y dotarla de significado.

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