Me alegro profundamente por los seminaristas que han recibido los ministerios laicales y agradezco vuestra multitudinaria presencia del domingo en la Catedral. El lectorado y el acolitado son pasos obligados en su experiencia de fe y servicio a la comunidad, pues les exige cuidar y acoger la Palabra de Dios y el servicio al altar, disponiéndose así a las órdenes sagradas. El seminario, tan querido por vosotros, es un hogar de discípulos y horma de apóstoles, el corazón de la diócesis que ve crecer a sus futuros pastores en el ambiente de los mismos apóstoles en torno a Jesús, para enviarles después a predicar y representar al Señor con sus mismos sentimientos. Acompañar sus celebraciones y participar de sus momentos claves les fortalece en la vocación y les fideliza aún más a toda la diócesis. Al mismo tiempo ellos sienten el apoyo de todos.
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