odioImploremos a Dios, en este día de oración y ayuno por la paz convocado por el Santo Padre Francisco, que ampare al mundo y a sus habitantes con la paz, alejando de él el destructivo oleaje del terrorismo, restaurando la amistad y derramando en los corazones de sus criaturas el don de la confianza y la prontitud para perdonar. Pidamos al dador de la vida también por todos los que han muerto, víctimas de los brutales ataques terroristas para que les conceda la recompensa y la alegría eternas. Que intercedan por el mundo, sacudido por la angustia y desgracias. Roguemos a Jesús, Príncipe de la Paz, por los heridos en la guerra: los niños y los jóvenes, las mujeres y los hombres, los ancianos, las personas inocentes y los que han sido agredidos por casualidad para que se sientan fortalecidos por su consuelo, y aleje de ellos el odio y el deseo de la venganza. Que encontremos en Dios la fuerza y el valor para continuar siendo hermanos, especialmente de los extranjeros y los inmigrantes,  y seamos testigos de su amor. ¿Cómo se construye la paz?

Sabemos que, en primer lugar, la paz se debe construir en los corazones. Ahí es donde se desarrollan los sentimientos que pueden alimentarla o, por el contrario, amenazarla, debilitarla y ahogarla. Es deber de toda persona de buena voluntad, y especialmente de todo creyente, ayudar a construir una sociedad pacífica y a superar la tentación de agresividad y enfrentamiento. La verdad de la paz llama a todos a cultivar relaciones fecundas y sinceras, estimula a buscar y a recorrer la vía del perdón y la reconciliación, a ser transparentes en las negociaciones y fieles a la palabra dada.

Desde el punto de vista cristiano, además, existe un vínculo íntimo entre la glorificación de Dios y la paz de los hombres sobre la tierra, de modo que la paz no es fruto de un simple esfuerzo humano sino que participa del mismo amor de Dios. Y es precisamente el olvido de Dios, en lugar de su glorificación, lo que engendra la violencia. La paz, que es don de Dios,  también es el resultado de los esfuerzos de los hombres de buena voluntad, de las instituciones nacionales e internacionales, y en particular de los Estados más implicados en la búsqueda de la solución de los conflictos.

Aprendamos a fundamentar la paz en la verdad de una existencia cotidiana inspirada en el mandamiento del amor.  El restablecimiento de una paz verdadera en el mundo sólo será posible mediante el perdón generosamente dado y mediante la reconciliación realizada efectivamente entre las personas y entre los grupos implicados

Para los creyentes “paz” es uno de los nombres más bellos de Dios, que quiere el entendimiento entre todos sus hijos. Los cristianos nos convertimos en “instrumentos de su paz”, según la célebre expresión de san Francisco de Asís. No de una paz inconsciente y aparente, sino real, buscada con valentía y tenacidad en el esfuerzo diario por vencer al mal con el bien y pagando personalmente el precio que esto implica.

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