vida consagrada.jpg“La vida Consagrada, encuentro con el Amor de Dios” es el lema de esta Jornada que celebramos hoy. Se presenta como una “nueva ocasión de entrar en lo íntimo de uno mismo, para ver qué es lo esencial, lo más importante para nosotros, y qué nos está distrayendo del amor y por tanto nos impide ser felices. El amor de Dios es fiel siempre, no desilusiona, no defrauda” (Mensaje de la Comisión para la Vida Consagrada).

Las personas consagradas a Dios nos ofrecen a los demás el testimonio vivo de que el encuentro con Dios es posible en todo lugar y época, de que su amor llega a todo rincón de la tierra y del corazón humano. La vida consagrada es la respuesta del encuentro personal con Dios, que se hace envío y anuncio. Esta Jornada debe ser, por consiguiente, una ocasión para promover el conocimiento y la estima de la vida consagrada como forma de vida que asume y encarna el encuentro con el Amor de Dios y con los hermanos.

En esta Jornada los consagrados, los religiosos y las religiosas, renuevan su respuesta a la elección de Dios, y salen al encuentro del Señor con la luz de la Fe, la fuerza de la Esperanza y el fuego del Amor que el Padre ha encendido en nuestros corazones.

Demos gracias a Dios por todas las personas de especial consagración, que desde las diversas vocaciones y formas de vida y servicio son presencia elocuente del Amor de Dios en el mundo. Ahora, ellos desean renovar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. La diversidad de carismas en las distintas formas de consagración pone de manifiesto la múltiple gracia con que el Dios ha querido embellecer a su Iglesia. Gracias a su respuesta entregada a Cristo –siempre pobre, casto y obediente al Padre—  son atendidos innumerables enfermos, marginados, ancianos o niños, en hospitales, albergues, escuelas, misiones por el mundo entero. Renuevan hoy en sus vidas el fuego ardiente del encuentro primero para caminar presurosos tras sus huellas como auténticos discípulos. Que Dios les conceda la adhesión del corazón al Evangelio y la comunión sin fisuras con nuestra Madre la Iglesia.

Jesús sigue saliendo a nuestro encuentro por nuestros caminos particulares para darnos la mirada transfigurada que nos cambia la vida y no deja de llamar a lo largo de la historia a hombres y mujeres que, consagrados a él, viven diariamente este encuentro con su Amor. Cada encuentro con Él es nueva ocasión de entrar en lo intimo de uno mismo, para ver qué es lo esencial, lo más importante para nosotros, nuestro único y verdadero tesoro: el amor de Dios siempre fiel, que nunca desilusiona ni defrauda, pues nos despoja de nuestras falsas seguridades, de nuestros prejuicios y pecados.

Renovemos cada uno de nosotros nuestro particular encuentro con el Señor que nos devuelve el sentido de la propia realidad y nos impulsas a narrar a otros las maravillas de este amor; y nos dispone no solo a dar, sino también a recibir de los otros, a compartir, convivir, ayudarnos como una sola familia humana, como hermanos, en las grandes necesidades y en las pequeñas cosas cotidianas. Él, mirándonos a los ojos y amándonos, nos pide que le sigamos, compartiendo con los demás lo que tenemos y lo que somos; llevando así la buena noticia del amor de Dios y proclamando que solo Cristo es nuestra verdadera Riqueza y nuestro bien. Ojala que muchos jóvenes que buscan sin saberlo el amor infinito de Dios y el servicio desinteresado a los demás descubran este nuevo horizonte en sus vidas y, con ello, la entrega decisiva que puede llenarles de la felicidad que nunca pasa.

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