apertura_jubileo_diocesis_2_14_09_17_webSomos hijos de la audacia misionera de tantos que prefirieron no encerrarse «en las estructuras que nos dan una falsa contención… en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta» (Evangelii Gaudium, 49). Somos deudores de una tradición, de una cadena de testigos que han hecho posible que la Buena Nueva del Evangelio siga siendo generación tras generación Nueva y Buena. Lo estamos viendo en las distintas actividades y reflexiones que en este Año Jubilar planteamos sobre la historia de nuestra Diócesis. Traemos a la memoria a aquellos discípulos del origen, a San Hiscio, uno de aquellos varones apostólicos, y no podemos más que desear salir con el mismo ardor.

Piensa uno de los promotores actuales de la evangelización que debemos tener santa insatisfacción. No es lo mismo que la insatisfacción a secas o la crítica mordaz hacia la Iglesia. La insatisfacción, para ser santa, tiene que venir de esa divina impaciencia por hacer la voluntad de Dios y esa consecuente obediencia de querer vivirla dentro de la Iglesia. Creo que el sacerdote no puede menos que sentirse apremiado por el Evangelio mismo, con prisa por avanzar. Quien prueba y gusta la evangelización desea avanzar siempre, entregar más. La Misericordia de Cristo provoca pasión, que es distinto de la mera curiosidad intelectual, y, si es amor verdadero, nos impulsa a llegar más y más a los demás.

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