Felicidades a los nuevos diáconos, recién ordenados este sábado, destinados a servir a sus hermanos necesitados de salvación. Y si en Cristo Siervo –en sus palabras y acciones—, el hombre puede encontrar en plenitud el amor con el cual el Padre lo salva, así mismo en la vida del diácono debe poder encontrar esta misma caridad. Crecer en la imitación del amor de Cristo por el hombre, que supera los límites de toda ideología humana, será, pues, la tarea esencial de su vida espiritual. ¡Enhorabuena!