El Señor nos llama a trabajar en su viña. Solamente un laicado adulto y responsable que viva en comunión podrá realizarlo. Pero primero hay que ser para poder hacer. El cristiano no puede estar distraído de si mismo ni perder el sensus Ecclesiae. Vida interior y vivir a la intemperie como cristianos todo terreno son cualidades imprescindibles que se esperan de nosotros. Una fe lánguida y superficial no es capaz de anunciar al hombre la esperanza que salva y la experiencia del amor que es Dios y no deja de amarnos y llamarnos a El. La privatización intimista de la fe impide hablar con atrevimiento y el celo para trabajar incansablemente por los demás. La comodidad personal, la indiferencia, la apatía o la división nunca fueron motores de santidad ni aliento de evangelización ni de testimonio. Dejemos que nos contagie y seduzca el amor sincero y real de Dios al hombre para ponernos a su servicio. El mundo lo necesita… El Espíritu Santo es el protagonista. Llenémonos de Él, y empeñémonos con generosidad y valentía.