Debemos tener claro la dignidad de una misión que nos atañe a todos. El Señor es quien nos cuida y alimenta. Es, en una palabra, el mediador entre Dios y los hombres. Como puente entre Dios y los hombres está siendo el Buen Pastor, enseñándonos a recibir todo de Él para vivir en intimidad con Él en la oración, los Sacramentos, la Eucaristía, pero también actuar como Él, pues quiere acercarse a los hombres a través de los hombres, contagiarnos con ese espíritu de la mediación para que todos seamos un puente por el que los hombres puedan llegar a Dios. Y ¡como no! el lugar de encuentro, de mediación, de vida, la fuente inagotable, es la Eucaristía. Jesús se nos presenta como el Cordero Inmolado que da la vida. Es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, que nos enseña también ese modo de pastorear Dios a los hombres que tiene que ser nuestro. Nuestra vida tiene ser una entrega de servicio y de amor, porque el Señor, nuestro Pastor, nos ha introducido en la intimidad de Dios para que amemos como Él en esta vida, precisamente dándola, y para que gocemos eternamente de su amor en el Cielo, recibiendo para siempre el gozo de la vida eterna.