SkeIh-7Aml_930x525En este tiempo de Cuaresma renovemos nuestro empeño en el camino de conversión para hacer espacio a Dios, mirando con sus ojos la realidad cotidiana, y superar la tendencia a cerrarnos en nosotros mismos. La alternativa está entre cerrarnos en nuestro egoísmo o la apertura al amor de Dios, y desde Él,  a los demás. Como en las tentaciones de Jesús: la alternativa entre poder humano y amor a la Cruz, entre una redención vista en el bienestar material sólo y una redención como obra de Dios, a quien damos la primacía en la existencia. Convertirse significa no encerrarse en la búsqueda del propio éxito, del propio prestigio, de la propia posición, sino hacer que cada día, en las pequeñas cosas, la verdad, la fe en Dios y el amor se transformen en la cosa más importante

No dejemos que Dios pase a ser algo secundario. Vivir la conversión está en poner a Dios en el centro de la vida, y no a un lado, como algo ilusorio y superfluo. Dios te salva si le dejas en su lugar, si es Dios también para ti, no un adorno. Está en juego la salvación del mundo. Para esto, para ser la “luz y sal” de la tierra, hay que escuchar el Evangelio, como ha dicho el Papa, “sin calmantes”, con realismo.

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