Este sábado 21 de enero disfrutamos de nuestro IV Punto de Encuentro con un ponente de excepción: Fabrizio Ballanti, miembro de la Comunidad Koinonia, que nos habló sobre, no ya nuestro ser creyentes, sino por ello discípulos, y sólo así evangelizadores. Te invito a acudir al próximo encuentro, el sábado 11 de marzo. Y es que por el bautismo y nuestro ser hijos de Dios hemos de saber y tener muy claro que el Señor ha puesto en nuestras manos la salvación y que somos levadura en medio del mundo, pero que nunca podremos llegar a ofrecer al mundo el amor de Dios si no unimos nuestro corazón al de Dios, si no somos discípulos de Jesús, dispuestos a una continua conversión.A veces, se tiene la sensación, por hechos que conocemos todos los días, de que el mundo no va hacia la construcción de una comunidad más fraterna y pacífica; las mismas ideas de progreso y bienestar también muestran sus sombras. El hombre, a pesar de todos los avances científicos, no parece ser hoy verdaderamente más libre, más humano; todavía permanecen muchas formas de explotación, de manipulación, de violencia, de opresión, de injusticia… Surgen entonces algunas preguntas fundamentales muy concretas: ¿Qué sentido tiene vivir? ¿Hay un futuro para el hombre, para nosotros y para las generaciones futuras? ¿En qué dirección orientar las decisiones de nuestra libertad en pos de un resultado bueno y feliz de la existencia? ¿Qué nos espera más allá del umbral de la muerte?
«Dadles vosotros de comer», nos dice Cristo. Nosotros necesitamos no solo el pan material, necesitamos amor, sentido y esperanza, un fundamento seguro, un terreno sólido que nos ayude a vivir con un sentido auténtico. La fe nos da esto: se trata de una confianza plena en un «Tú», que es Dios, el cual me da una seguridad diferente; es un acto por el cual me confío libremente a un Dios que es Padre y me ama; es la adhesión a un «Tú» que me da esperanza y confianza. Tener fe, entonces, es encontrar ese «Tú», Dios, que me sostiene y me concede la promesa de un amor indestructible, que no solo aspira a la eternidad, sino que le da; es confiar en Dios con la actitud del niño, el cual sabe que todas sus dificultades, todos sus problemas están a salvo en el «tú» de la madre. Y esta posibilidad de salvación a través de la fe es un don que Dios ofrece a todos los hombres” (cf. Benedicto XVI, Catequesis el 25, 10, 2012).
¿Y cómo unir nuestro corazón al de Dios, ser discípulos para trasmitir en evangelio? Dios no se ha asomado desde una nube para darnos “consejitos”. Se ha hecho hombre, para vivir como nosotros y experimentar la dureza de la vida, de la historia, y el sin sentido del odio. Es un Dios cercano, con el que entrar en comunión, que da sentido a toda nuestra vida, porque él nos ha amado y ha descendido primero a nuestro encuentro.
Frente a las dificultades personales y sociales no eludimos nuestro derecho y deber de ser y hacer discípulos. Por Cristo, con Él y en Él, «dadles vosotros de comer».