punto_encuentro_munilla6Mons. José Ignacio Munilla, Obispo de San Sebastián, nos visitó este sábado para compartir nuestro ya Tercer “Punto de Encuentro” diocesano. Su reflexión sobre las condiciones de la vocación laical nos son imprescindibles para vivir nuestra vocación y nuestra misión. Unidas a las experiencias de encuentros anteriores fortalecen nuestra fe y alimentan nuestra mente cristiana de los criterios necesarios para vivir como Dios espera de nosotros y para la reflexión que he pedido hacer durante este curso a toda la diócesis, que culminará con el Encuentro Diocesano de Laicos, a fin de curso. Solamente así podremos responder a los retos que se nos presentan.

La acción que realizan los laicos dentro de la Iglesia no es indiferente. Ni su participación es indiferente ni debe reducirse a la recepción de los sacramentos, antes bien, ha de ser muy activa para que ayuden a que todas las realidades en las que ellos trabajan sean penetradas por el espíritu del evangelio. Por lo tanto, la familia, la profesión y el trabajo que desempeñan, sus actividades sociales, deportivas y de descanso, todo, absolutamente todo lo que conforma su vida, debe quedar informado por el espíritu del evangelio. En resumen, los laicos son los encargados de que el Reino de Dios se haga una realidad en los diversos campos que forman su vida. El laico debe comprometerse para hacer llegar el mensaje de Cristo ahí donde solo el puede estar. El es el apóstol de Cristo, el evangelizador, el testigo.

Los laicos, pues, deben ser los principales protagonistas de la evangelización; ellos deben ser los evangelizadores de avanzada. Esta es la hora del laico, los seglares conscientes no deben separarse del mundo para realizar su labor.

El Papa Francisco ha propuesto una “Iglesia en salida, un laicado en salida”. Ha dicho que la Iglesia está llamada a ser cada vez más consciente de ser » la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas y pecadora, de  ser una Iglesia en salida permanente, «comunidad evangelizadora que sabe  tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos”. Levantar la vista y mirar  hacia  fuera,  a tantos “lejanos” de nuestro mundo, “a las muchas familias en apuros  y necesitadas de  misericordia, a los tantos apostolados sin explorar, a los numerosos laicos de  corazón bueno y generoso que de buen grado pondrían al servicio del Evangelio su energía, su tiempo, sus habilidades, si se les  involucrase, se les valorase y acompañase con afecto y dedicación por parte de los pastores y las instituciones eclesiales. “Necesitamos laicos bien formados, animados por una fe sincera y límpida, cuya vida haya sido tocada por  el encuentro personal y misericordioso con el amor de Cristo Jesús. Necesitamos laicos que se arriesguen, que se ensucien las manos, que no tengan miedo de equivocarse, que salgan adelante. Necesitamos laicos con visión de futuro, no cerrados en las pequeñeces de la vida. Y se lo he dicho a los jóvenes: necesitamos laicos con el sabor de la experiencia de la vida, que se atrevan a soñar. Hoy es el tiempo en que los jóvenes necesitan los sueños de los ancianos. ¡Empujémolos, empujémolos para que sueñen! y como dice el profeta Joel “tengan sueños”, esa capacidad de soñar, y nos den a todos la fuerza de nuevas visiones apostólicas”.

No dejemos de vivir intensamente los últimos días del Adviento preparándonos para recibir al Señor en Navidad.

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