Mis palabras en la inauguración de la Exposición «Herrera Oria: su tiempo y su obra. Una vida al servicio del bien común». Ayer 8 de noviembre en la Casa Pemán, Sede de la Fundación Cajasol en Cádiz.
Me honra poder inaugurar esta tarde esta exposición titulada “Herrera Oria, su tiempo, su obra, una vida al servicio del bien común”. Esta exposición que se articula en cinco etapas sobre la vida de D. Ángel Herrera Oria, su tiempo y sus innumerables obras, desglosa la vida de Herrera Oria como laico, sacerdote, obispo y cardenal, sus iniciativas sociales, culturales y empresariales, tan abundantes y fructíferas, así como su figura insigne en la Iglesia y en la sociedad española del siglo XX. Esta muestra ha pasado ya por Sevilla, Málaga y Jerez con gran éxito y viene –por fin- a Cádiz, donde tanta presencia tienen la AC de Propagandistas, para seguir dando a conocer la calidad humana y la trascendencia que el Cardenal Ángel Herrera Oria tuvo en la sociedad y en la Iglesia española del siglo XX. Agradezco la iniciativa de la Fundación San Pablo Andalucía CEU, obra de la Asociación Católica de Propagandistas, y de la Diócesis de Cádiz para abrir al gran público la figura del fundador del CEU, uno de los personajes claves para conocer la Iglesia y la sociedad española de su tiempo.
Esta exposición recoge su semblanza biográfica, y su rico legado que ha llegado hasta nuestros días, además de sus obras educativas, explicando su trayectoria, desde su infancia hasta su etapa como cardenal. D. Ángel nació en Santander el 19 de diciembre de 1886. Aunque con 23 años ya era abogado del Estado, fue en el campo del periodismo en el que más sobresalió antes de ingresar, a los 50 años, en el seminario de Friburgo (Suiza) en 1936. Fue el fundador de los periódicos ‘El Debate’ y ¡Ya’. También creó el Centro de Estudios Universitarios y propulsó la Asociación Católica de Propagandistas (ACDP).
¿Cómo describir lo que supuso D. Angel en la sociedad española y en la Iglesia? Pues bien, recordemos que a comienzos de 1909 irrumpió en la palestra española un puñado de muchachos intrépidos, capitaneados por un joven abogado del Estado de veintitrés años, Ángel Herrera Oria. Se lanzaron a pronunciar mítines, sin tener quizá muchas ideas, ni muy claras, cuando el gobierno cifraba su mayor preocupación política en quitar los crucifijos de las escuelas. Causaron estupor. Porque eso de dar “mítines” –palabra extranjera de regusto subversivo–, es decir, hablar cara al pueblo en teatros con las puertas abiertas, o en las plazas de toros, era monopolio de marxistas y anarquistas. Así fue el susto de gentes respetables ante el atrevimiento de aquellos muchachos que el padre Ángel Ayala echó a la calle para sacudir la modorra de aquella España dormida.
Aquello hizo historia. El Cardenal Merry del Val y San Pío X lo advirtieron pronto. Nacía entonces, por obra personal de Herrera, un estilo nuevo del catolicismo español: intrépido y pacífico, obediente y renovador, español y europeo, piadoso y eficaz. Esto supuso el giro copernicano, en las peculiaridades del decaído catolicismo español que volvió a escuchar al Papa, se organizó el apostolado seglar, confesó abiertamente su fe y recuperó una profunda oración para santificarse y ser así dóciles al Espiritu Santo.
Angel fue ordenado sacerdote en 1940 y en 1947 fue nombrado obispo de Málaga. Su labor social en la diócesis malagueña fue vital. Famosos por sus homilías en la Catedral, fue un hombre muy pegado al terreno y realizó una importante labor social en ayuda de los más desfavorecidos. Creó las escuelas-capilla, que combatieron el analfabetismo en 250 cortijadas malagueñas. Durante su episcopado impulsó el Patronato de Viviendas Santa María de la Victoria y la barriada de Carranque. También se esforzó para que los sacerdotes tuviesen la mejor formación posible. Herrera Oria, además de por su talla intelectual, sobresalió por su servicio al bien común.
Herrera Oria fundó y dirigió periódicos a través de la Editorial Católica, impulsó la Acción Católica, la Biblioteca de Autores Cristianos, el Instituto León XIII y la Fundación Pablo VI en Madrid, o el Patronato de Viviendas Santa María de la Victoria y las Escuelas-Capillas en Málaga donde aprendieron a leer y escribir más de 30.000 adultos, entre otras. Ángel Herrera fundó en 1933 el Centro de Estudios Universitarios CEU, obra de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), de la que fue primer presidente, y que hoy es titular de universidades, colegios y otros centros formativos repartidos por toda la geografía nacional. A través de la exposición se podrá conocer también la trayectoria y los nuevos desarrollos y proyectos del CEU en el sur de España en todos los niveles educativos.
Como seglar, sacerdote, obispo y cardenal, estuvo siempre al servicio del bien común, impulsando la presencia en la vida pública, y es uno de los mayores referentes del catolicismo social en España, un modelo de laico en la Iglesia y en la sociedad y uno de los hombres más destacados de la prensa española que lo dejó todo para hacerse sacerdote. “Primero hacerlo bien, y después al servicio de los católicos”, fue el lema que siempre defendió Herrera Oria, aquel abogado que se hizo periodista para propagar la palabra de Dios, actuando como formador de hombres durante toda su vida.
Es imprescindible poner hoy de relieve su visión apostólica de la Iglesia misionera -evangelizadora, diríamos hoy-, con el sentido práctico del desarrollo social y con la preocupación en la gravedad de la educación (lo que hoy llamamos “urgencia educativa”), siempre presente en su intención. Pero, quienes conocieron de cerca a D. Ángel, primero como apóstol seglar y luego como obispo, destacan unánimemente su profunda vida espiritual, donde está ciertamente la clave de toda su vida. La oración y la unión personal y vital de D. Ángel Herrera Oria con Cristo le daban fuerza y decisión para el ejercicio de su pastoreo diocesano. Su vida entera rezumaba la presencia de Dios, que se traslucía en sus palabras, en sus gestos, en sus homilías, en sus cartas pastorales, en sus actividades y en sus obras. Tenía como centro de su vida la Eucaristía celebrada, adorada y vivida. Su método de vida espiritual consistía en ser discípulo del maestro interior: el Espíritu Santo. Sus palabras atraían la atención de los oyentes que las esperaban como un bálsamo que cicatrizaba heridas de su corazón. Fue un modelo de pastores enamorado de su misión y de su diócesis, que dejó un rastro de bondad activa y de celo pastoral, hasta su muerte, después de una larga enfermedad.
Espero y deseo que esta exposición tenga mucha audiencia y que el recuerdo vivo de la vida del Siervo de Dios D. Angel Herrera —“Formador de hombres, creador de instituciones, organizador incansable”, como le define el Diccionario de Historia Eclesiástica— sirva para revitalizar la fe de laicos y de consagrados, y que el ejemplo de su vida estimule una entrega cada día mayor de los católicos al servicio del bien común y del compromiso en la vida pública.
Mi agradecimiento, de nuevo, por esta cuidada exposición a la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) y la Fundación San Pablo Andalucía CEU, en colaboración con la Fundación Cajasol y con el Obispado de Cádiz y Ceuta, y a la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria y la Fundación Pablo VI.
Muchas gracias. Queda inaugurada la exposición.