adoracion_eucaristicaEl comienzo de curso es un momento importante en el que nos marcamos vías de acción, también de apostolado. No existe reforma en la Iglesia que no haya comenzado por la reforma de los corazones, igual que no existe cambio en el cristiano que no se haya engendrado en el corazón de Dios. Un claro síntoma de la llamada recibida es la fe atesorada y guardada en el corazón. Un claro síntoma de la fe que espera, es la fe que se pone en oración. La persona tocada por el Señor no es un activista que está a la caza de la última receta pastoral para “atraer mucha gente”, ni es movida por la necesidad de tener resultados. Más bien le pica la sed y le duele tanto la urgencia del evangelio en forma de insatisfacción, que sabe bien desahogarla ante el corazón de Dios antes de osar ponerse a transitar caminos de acción. Sabedor de que las ovejas reconocen la voz del Señor, no se cansa una y otra vez de verificar la voz de Dios en su vida, buscando la dirección adecuada e intentando discernir los tiempos según la ola de Dios. Es una persona que ha hecho de su vida esa peligrosa oración que dice «úsame Señor» y hace algo aún más peligroso: escuchar a Dios.

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