Closeup of young men and women holding cellphone«Creo en Dios pero no creo en la Iglesia» habla de una cultura de la desvinculación y la «no-pertenencia» individualista. Es la deriva de muchos cristianos actuales que creen que tienen fe, pero la pierden a chorros por dejarse llevar de una atmósfera cultural que deshace los vínculos -incluso los vínculos más profundos- con los que necesitamos necesariamente vivir, como sucede con la amistad, que se hace rara entre nosotros si es comprometida, y lo mismo con la familia -incluso con el matrimonio-, donde la dependencia es vital para sobrevivir y, sin embargo, resulta ya escasa. También sucede con la Iglesia. El camino de la fe Dios ha querido que lo hagamos juntos, formando un pueblo, perteneciendo a un Pueblo, a la Iglesia.

Tenemos que creer mejor para creer bien, para creer, en una palabra. Profundizar en la fe lleva necesariamente a pertenecer a la Iglesia, porque sin Iglesia un creyente sería un hombre solo, un hombre abandonado a sí mismo, sin nadie, sin una comunidad que es el Cuerpo de Cristo; se tambalearía su oración, se quedaría sin liturgia, sin sacramentos; no sería Cuerpo, con distintos carismas, funciones, con toda su riqueza. Ni siquiera sería universal, católica, como es la Iglesia.

Hagamos juntos espacios abiertos y vivos, de alimento para el hombre de hoy, que resultarán ser un oasis en medio del desierto de cada barrio o ciudad. Este oasis es el amor entre los hermanos, que rezuma esperanza en un mundo de desvinculación. Seamos siempre solícitos en custodiar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz, a proteger este vinculo, con la ayuda de Dios (Ef 4,3).

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