Hemos comenzado el mes de septiembre con una fuerte llamada a la Misericordia. La primera propuesta la ha hecho el Santo Padre en su mensaje con ocasión de la Jornada mundial de oración para el cuidado de la creación, que se celebró el 1 de septiembre, con el lema: “Usemos misericordia con nuestra casa común”. La jornada ha ofrecido “una valiosa oportunidad de renovar la adhesión personal a la propia vocación de custodios de la creación”, elevando a Dios “una acción de gracias por la maravillosa obra que Él ha confiado a nuestro cuidado”. Francisco asegura que debe ser motivo de alegría que, en todo el mundo, hay iniciativas que promueven la justicia ambiental, la solicitud hacia los pobres y el compromiso responsable con la sociedad, que “están fomentando el encuentro entre personas, sobre todo jóvenes, de diversos contextos religiosos”. Por otro lado, el Santo Padre subraya que “no podemos rendirnos o ser indiferentes a la pérdida de la biodiversidad y a la destrucción de los ecosistemas, a menudo provocados por nuestros comportamientos irresponsables y egoístas”. La economía y la política, la sociedad y la cultura, “no pueden estar dominadas por una mentalidad del corto plazo y de la búsqueda de un inmediato provecho financiero o electoral”. El papa Francisco ha propuesto añadir a las obras de misericordia el cuidado de la casa común. Obra de misericordia espiritual , pues el cuidado de la casa común precisa de la contemplación agradecida del mundo que nos permite descubrir a través de cada cosa alguna enseñanza que Dios nos quiere transmitir. Como obra de misericordia corporal, el cuidado de la casa común, necesita simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor.
El Santo Padre pide que en este Año Jubilar, “aprendamos a buscar la misericordia de Dios por los pecados cometidos contra la creación, que hasta ahora no hemos sabido reconocer ni confesar” y que nos “comprometamos a realizar pasos concretos en el camino de la conversión ecológica”. El primer paso en este camino –prosigue Francisco– es siempre un examen de conciencia, que implica un reconocimiento del mundo como un don recibido del amor del Padre, que provoca como consecuencia actitudes gratuitas de renuncia y gestos generosos. Y asegura que también implica “la amorosa conciencia de no estar desconectados de las demás criaturas, de formar con los demás seres del universo una preciosa comunión universal”.