«Por Cristo con Él y en él», proclama el sacerdote en la Santa Misa refiréndose al sacrificio de todo el Pueblo de Dios, a una entrega que ha de extenderse desde la celebración a nuestra vida, y de nuestra vida a la celebración. Proclamemos con toda verdad y gozosamente la fe que nos da sentido y razón: que se renueve y confiese con los labios y el corazón, la fe en Jesucristo, «Amor de los amores», que se adore al Señor. La procesión que caracteriza nuestra fiesta de Corpus, que viviremos este domingo Dios mediante, y que recoge el amor multisecular del pueblo Cristiano debe recordarnos que Cristo cuenta con nosotros para que públicamente demos testimonio de nuestra fe y la vivamos publicamente con valentia y sin complejos. Nos viene bien recordar a los cristianos perseguidos por vivir su fe, para alentar la nuestra. Pensemos en los cristianos perseguidos por vivir la Misa en sus países, que tantos mártires les cuesta.
Cristo vive para siempre y está realmente presente con toda su persona y su vida, con todo su misterio y con todo su amor redentor, en el pan y en el vino de la Eucaristía. No podemos ocultar ni silenciar al que es el Hijo de Dios venido en carne, luz, camino, verdad, vida, reconciliación, paz, salvación para todos, alivio y descanso para quien acude a Él. Celebrar la presencia real del Cuerpo de Cristo en la Eucaristía, recorrer las calles y las plazas de nuestros pueblos y ciudades adorando al Santísimo sacramento del Altar, en el que está real y verdaderamente presente Cristo vivo, el Amor de los amores entregado por nosotros nos debe hacer testigos coherestes para mostralo también en nuestra sociedad, en nuestras relaciones, criterios y trabajos.